Por Leonardo Parada, vicepresidente de Leche para Haití
Mi relación con el hambre era nula, hasta que en el 2009 trabajé como voluntario de América Solidaria en Puerto Príncipe.
Tener en tu cabeza el concepto del hambre, no se compara en lo más mínimo con las emociones que provoca conocer la realidad de aquellas personas que, día a día, sufren debido a la escasez de alimentos. Sobre todo, cuando afecta a los más vulnerables: los niños y niñas.
Si bien, profesionalmente nunca me interesó el mundo de la pediatría -actualmente, mi especialidad es la cirugía plástica y reconstructiva- cuando estuve en Haití, trabajando como médico general, fue imposible que no me encantara con la alegría de los niños. Nunca olvidaré a Anael, una niña que en ese entonces presentaba una desnutrición severa y a quien logramos sacar adelante, pese a las dificultades y a la falta de recursos.
Poco tiempo después de regresar de esa experiencia, junto a un grupo de jóvenes liderados por Carmen Lagos, dimos vida a la fundación Leche para Haití. En ese entonces, teníamos más entusiasmo que otra cosa. Sin medios, ni contactos políticos o empresariales, nos embarcamos tras un sueño: combatir la desnutrición infantil en Haití.
Estamos súper conscientes de que no erradicaremos esta realidad. Es un problema enorme que ni las mejores organizaciones internacionales han sido capaces de solucionar. Pero lo que sí podemos hacer, es llevar ayuda a zonas donde las grandes ONG no llegan.
Al contar mi experiencia, mi intención es motivar a otros para que contribuyan a cumplir con uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible planteados por la ONU: acabar con el hambre para el 2030.
Desafío que cada vez se torna más difícil, por situaciones como la actual pandemia o el cambio climático, pero que sería posible alcanzar si más personas se informan e incorporan acciones tan sencillas como aprovechar mejor los alimentos, reduciendo su desperdicio; comer más saludable, elegir productos locales o ayudar a fortalecer la nutrición infantil.
Si antes no habías atendido a esta problemática, octubre es un excelente mes para partir, ya que el próximo viernes 16, se conmemora el Día Mundial de la Alimentación.
Hacerse responsable de los problemas del mundo, parece una mochila muy pesada. Pero cuando ves pequeños logros, como la sonrisa de un niño al recibir una ración de alimentos… te lo digo por experiencia, vale la pena.