Por Lorena Sepúlveda, Consultora de Gestión Social y Socia fundadora de Oh Some Coffee
Cuando junto a mi familia decidimos lanzarnos con un emprendimiento, una cafetería de especialidad ubicada en Providencia, jamás pensamos que dos años después estaríamos enfrentando la mayor crisis económica del país en décadas.
Los efectos derivados de la pandemia en la economía nacional no han dejado indiferente a nadie, pero han golpeado especialmente a las micro, pequeñas y medianas empresas, que generan más del 70% de los empleos en Chile y que, según algunas estadísticas, corresponden al 96% de la economía.[1]
Las cifras que dan cuenta de este impacto son decidoras. En el trimestre marzo-mayo, se alcanzó un 11,2% de desempleo, la cifra más alta en 16 años de acuerdo al INE. Estos números crecen si consideramos los 600 mil trabajadores que están suspendidos de sus funciones. Del total de empresas que han realizado este tipo de solicitudes, un 95,2% corresponden a micro y pequeñas empresas (hasta 49 trabajadores). Si miramos específicamente el rubro de restaurantes y cafeterías, 1 de cada 5 empresas ha debido suspender la relación laboral de su equipo en forma parcial o completa.[2]
Este escenario se refleja también en las conversaciones que tenemos día a día con otros actores de la industria, al ver cómo deben cerrar sus locales y bajarle la cortina a su sueño, a su emprendimiento, devolver aquello que les costó años construir y poner en venta sus activos más significativos para tratar de obtener el efectivo que les permita, al menos, pagar sueldos antes de desaparecer por completo.
Este escenario ha requerido la respuesta del Gobierno, que ha establecido diversos mecanismos, como los programas Fogape, los fondos Crece y Reactívate, subsidios al empleo, asistencia técnica y otros. Pero más relevante aún me parece observar al mundo privado y cómo está abordando la crisis. Algunas grandes empresas han tomado la opción de apoyar a las Pymes a través de campañas que promueven la compra local, otras han potenciado programas de asesoría y capacitación, o espacios para la promoción de sus productos tipo Marketplace.
Pero son las propias Pymes las que, a mi juicio, han tomado la batuta. Gracias a la flexibilidad y agilidad que les otorga su tamaño y estructura organizacional, han virado la atención y han alcanzado grandes niveles de innovación. Con menos recursos y más precariedad que las grandes empresas, han alcanzado resultados impresionantes. Han potenciado el delivery, el e-commerce y nuevos productos para ampliar su target de clientes. Restaurantes han diseñado “menús del día” a costos más competitivos para incrementar su volumen; pequeños productores ofrecieron packs de sus productos bajo un formato de “compra futura” que les entregara liquidez; muchos han aprovechado el tiempo para generar contenido en sus redes sociales, dando a conocer sus productos y estableciendo relaciones más permanentes con sus clientes; y otros instalaron interesantes descuentos con tal de incrementar su base de consumidores. En fin, el cielo es el límite cuando se trata de innovar y las Pymes han hecho gala de aquello.
Esta consecuencia es un buen ejemplo de las externalidades positivas del Covid-19, porque muchos pequeños comercios jamás se imaginaron vender online y hoy cuentan con un “carrito de compras” en sus sitios web, pudiendo incluso participar del “cyber day” de este año.[3] Incluso los más ajenos a la tecnología, como pequeños almacenes o verdulerías de barrio, programan sus pedidos por whatsapp con retiro en el local. En esta línea, los clientes son un activo clave, premiando con su compra permanente, estando atentos a la reapertura y colaborando con su preferencia y recomendación.
Hoy más que nunca las Pymes tienen que potenciar su mayor ventaja competitiva: la identidad que le otorgan al barrio y la riqueza de pensar a escala humana. Ninguna cadena de cafetería, tienda de conveniencia o restaurant puede lograr ese tipo de conexión con el consumidor más allá de recibir un producto o servicio. Las Pymes son vecinos, donde nos sentimos acogidos y nos preocupamos por su estabilidad porque de alguna forma nos hacemos parte de su sueño de emprender.
Finalmente, me gustaría destacar el sentido de colaboración que se ha dado entre pequeños emprendedores. En el caso particular de nuestra cafetería, al hablar de una posible reapertura tras 150 días sin operar, los proveedores nos han ofrecido pedidos gratis, menores costos y nuevas alternativas sobre productos que han buscado para poder seguir existiendo. De eso se trata el valor compartido, de buscar iniciativas donde todos nos beneficiemos y generemos relaciones que van más allá de lo transaccional e inmediato. Profundizar los vínculos y la integración es apostar por la fidelidad mutua en el largo plazo. En medio de la crisis y las cifras poco alentadoras, hay esperanza y podemos capturar el valor de las ideas, la incorporación de tecnología, nuevos negocios y canales, y por sobre todo, la innovación.
[1] Fuente: Asech.
[2] Fuente: Superintendencia de Pensiones.
[3] Para más información ver: cyber.cl
[…] Diario Sustentable (AGREGAR IMAGEN […]