Por Ziley Mora Penrose, etnógrafo, educador, filósofo y escritor
No hay mal que dure cien años porque siempre que llovió, paró. Recordemos que en Macondo la cuna del realismo mágico, llovió sin parar más de siete mil días con sus horas y minutos.
La realidad supera la ficción. Lo más increíble también puede ocurrir en estos anormales tiempos. La única verdad es la realidad. Pero ¿la realidad de qué, de quién? ¿Cuantas verdades existen? Tantas como cada ser humano; existen sólo aquellas en las que nos enfocamos, las que permitimos darles poder.
Frente al brusco quiebre de mi negocio, se impone un nuevo desafío. Porque este bicho no nos quebró las manos ni menos permitiremos que nos quiebre el alma. Allí tenemos la poderosa palanca de la voluntad. Se trata de reinventarse una vez más. La dificultad está para superarla, no para sucumbir ante ella. Y sobrepasarla con ingenio, con ardid, con inteligencia. Tal como lo hizo un pobre pero astuto campesino de Portezuelo, hace unos cuarenta años atrás. Ante lo que parecía inevitable, no se doblegó a perder el fruto de toda una cosecha. Su decisión de darle a comer a sus hijos y su voluntad de vencer los obstáculos, pudieron más que un lagar de reglamentos. El no se no se eximió de discurrir toda una noche. Cierta tarde un inspector le ataja su carreta con dos grandes pipas de aguardiente. ¡Está prohibido comerciar aguardiente. Esto es un decomiso!”. Como los oficiales no pueden llegar durante la tarde al lugar de la incautación, aquel Inspector se obliga a dormir en la misma carreta para esperar al día siguiente el arribo de sus jefes. Cuando éstos llegan, todos con asombro observan que las dichas pipas de esa carreta estaban totalmente vacías, ¡a pesar de haber sido custodiadas in situ! ¿Un caso paranormal de mágico desaparecimiento del líquido?…En verdad, de un modo extremadamente cauteloso, durante toda la noche –y a través de una pequeña manguera y por debajo de la carreta- el hombre se las ingenió para desalojar el contenido hacia algunas otras escondidas vasijas a orillas del camino.
De nuevo lluvia y mañana granizos. Los niños sin salir. Nos cansan las deudas, ya casi no hay para calentarnos. Nos estamos automedicamentando mucho. “!Esto es como mucho”!, grita una hastiada vecina. Pero ¿qué es mucho? ¿Son muchas las semanas, los meses, el tiempo de encierro? Todo es relativo, porque todo parece mucho y todo parece nada; dependerá del enfoque y de dónde pongamos nuestra atención. La voluntad es la corona de la Naturaleza, la esencia de toda la energía latente. Los físicos encuentran que cada centímetro cúbico de espacio vacío contiene más energía que toda la energía de la materia en el universo conocido. Disponemos de una voluntad para hacer de tripas corazón; es decir, de la angustia sacar fuerza, de la tristeza y la frustración, una nueva paleta de colores para un nuevo traje a la soledad. Este es el tiempo para sacar temple y actitud, para tensar el músculo espiritual, más importante que ninguna planificación o bono del estado. ¡Alimenta tu espíritu, cuida ese precioso aguardiente!
Aleister Crowley escribió que “todo acto intencional es un acto mágico”. Si nos tomamos la libertad de substituir voluntad por intención, descubrimos que la voluntad es un acto esencialmente mágico, magia definida como “la ciencia y el arte de hacer que un cambio ocurra en conformidad con la Voluntad”, es decir voluntad y magia son intercambiables. Pero ¿por qué tiene tanto poder la voluntad, tal que se dice que mueve montañas o que es mágica? Quizás justamente porque es un recurso que se alimenta del universo en su cauce inagotable y misterioso. Aunque no habría que olvidar que el universo -o la Vida- es como una pipa de aguardiente cuya carreta dispone de secretas mangueras por donde la podemos hacer escurrir entera…si lo queremos de verdad.
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