Por Marisol Alarcón, co-fundadora de Laboratoria Chile
Son más de tres meses los que han pasado desde el primer contagiado de Covid-19 en Chile y más de siete desde el estallido social, y me sigue impactando la falta de capacidad adaptativa que hemos visto de muchas instituciones de educación escolar y universitaria.
No sólo porque las instituciones no cuentan con las plataformas idóneas para educar, sino que también por la poca capacitación y acompañamiento que tienen los docentes para enfrentar esta situación.
En una carta al director enviada a un medio de circulación nacional por un estudiante, me llamó la atención ver y entender su frustración ante la falta de confianza que siente de sus profesores hacia el alumnado, especialmente cuando se trata de pruebas. Es por eso que quiero compartir nuestra experiencia educativa en Laboratoria, con el objetivo de aportar e invitar a todas las casas de estudio a repensar ciertos aspectos de su metodología.
Es posible empatizar con el reclamo de este estudiante, ya que se espera que las evaluaciones en este contexto “remoto obligado” traten de ser iguales a las presenciales y eso no tiene sentido. Simpatizar más y ampliar la mirada nos puede hacer entender que nada de lo que hoy viven los estudiantes en Chile y el mundo es como antes. La situación actual en que vivimos nos cambió por completo y justamente lo que esta época incierta más requiere de nosotros es capacidad de adaptación, flexibilidad y autorreflexión para mejorar lo que debamos hacer mejor. Pero también, y por sobre todo, confianza. En ese punto, el estudiante dio en el clavo: en nuestra experiencia educando a adultos, como es el caso de las universidades y CFTs, es clave que la relación de aprendizaje se funde en la confianza (entre los mismos estudiantes y entre estudiantes y profesores).
Además, cabe resaltar que este es momento de reconocer que parte de las adaptaciones que debe hacer el sistema de educación es enfocarse más en experiencias prácticas y menos en material de memoria, sugiriendo trabajos en grupo como una buena alternativa. Doy fe del gran impacto que esto tiene, desde una institución que forma sin pasar materia ni evaluaciones. De hecho, ni siquiera tenemos profesores, sino coaches que acompañan los procesos individuales de aprendizaje. Nos consta que es la mejor forma en que aprenden las personas.
Me atrevo a decir que los estudiantes aprenderían con más ganas y entusiasmo, si es que ponemos el foco en la experiencia del que aprende, en vez de ponerla en aquel que enseña. Además, estaríamos aportando a Chile con el perfil de personas que realmente necesitamos hoy más que nunca: pensadores críticos, flexibles ante el cambio, que pueden adaptarse, capaces de aprender lo que la sociedad necesita de ellos.