Por Juan Carlos Espinoza, Decano de la Facultad de Ingeniería USACH
Todos los países están enfrentando esta crisis sin precedentes, la que ha dañado sus economías, las formas de relacionamiento y las dinámicas estudiantiles y laborales.
Cada estamento de la organización confía en que sus líderes tomarán las decisiones adecuadas considerando la emergencia sanitaria, lo cual obliga a aceptar la detención de proyectos, anteponer la salud, y colocar a la economía mundial absolutamente en vilo.
La vulnerabilidad es lo que nos define como seres humanos, porque hoy nadie está protegido ante la posibilidad de contagio, por lo cual, la antigua frase que señala que las crisis crean líderes, tiene más vigencia que nunca. Entonces, si estamos enfrentados, por obligación, a un escenario que exige cambios dinámicos, priorización de la salud, adaptabilidad del proceso académico y otros, necesitamos que los liderazgos se ajusten e incluyan miradas que no siempre están en el radar.
La primera sería la mirada “hacia afuera”, es decir, adelantarse a lo que va a pasar, captar más rápidamente los cambios que suceden fuera del ámbito académico, tanto los evidentes como los sutiles. Y la otra mirada es la “hacia adentro”, donde el diagnosticar y medir rápidamente cuáles son las capacidades que realmente tiene cada uno para identificar aquello que le falta y, desde esa toma de conciencia, anticipar acciones que sirvan para mantener las fortalezas a largo plazo, a la vez que el líder se arriesga en desarrollar otras nuevas.
Y luego, está el aspecto cultural, el que envuelve a la institución. Ese se verá fuertemente afectado. Las culturas organizacionales se desarrollan durante largos períodos de tiempo y cada compañía tiene su propia trayectoria, con sus subculturas, por lo que también se aplicaría esta regla “afuera” versus “dentro”, y todo podría evolucionar en otros procedimientos académicos, incorporaciones de otros escenarios y otros actores, como parte del proceso de generación de conocimiento y que, antes de esta pandemia, no habían sido considerados. Lo que sí es evidente, es que el líder deberá visualizar el bienestar colectivo, lo cual, en el ambiente universitario, significa pensar en grandes volúmenes de personas que tienen y tendrán distintas dudas y preguntas; en ese momento, el líder debe adaptar a su labor diaria la comunicación constante y la transparencia, es decir, ser un líder consciente, que se cuida a sí mismo para estar a disposición de sus colaboradores.
La toma de decisiones para salir adelante es un gran desafío para los gestores académicos, siendo el mayor reto la resistencia al cambio, ya que los estamentos estudiantiles, académicos y laborales, no estaban preparados para ajustarse a un incremento de las obligaciones. Reorganizar para trabajar desde casa y liderar equipos virtualmente, esto está replanteando los liderazgos.
Estamos a medio camino, pero hay convicción en quienes detentamos cargos de liderazgo, que deberemos ser impulsores del cambio, ser gestionadores de soluciones de reorganización poniendo al frente la salud, y priorizar la capacitación de nuestro capital humano, un activo que necesita fortalecerse para enfrentar el paso de una universidad presencial a una virtual. El mejoramiento continuo de los equipos debe estar en las prioridades de este líder, sobre todo en tecnologías, si queremos mantener el compromiso de cada integrante de la institución en la prueba más difícil de la humanidad en el último siglo.