Por Alejandro Muñoz, Cofundador de Comunidad Sostenible
Para nadie es un misterio que las consecuencias económicas y sociales del COVID19 no tienen precedentes en Chile. El Banco Mundial proyecta una contracción económica de un 4,3% durante el año 2020. Respecto al PIB, se pronostica una disminución abrupta, pasando del 4,8% al 3,1% para el año 2021.
Respecto a la pobreza, la CEPAL alerta que ésta podría aumentar a un 13,7%, afectando en Latinoamérica a más de 200 millones de personas. En esas aguas se moverán las empresas cuando la crisis sanitaria se vaya a aplacando y cuando volvamos a la llamada “nueva normalidad”.
La curva de casos seguramente disminuirá con el correr de los meses, pero el desafío del mundo empresarial se pone cuesta arriba: reintegrar a sus trabajadores, retomar la producción y encausar el crecimiento. Pero nada será igual: el COVID19 demostró que nuestra manera de entender el desarrollo debe cambiar. Hoy la reputación de las empresas es vital. Pero más allá de eso, hoy lo que marca la diferencia es conseguir la anhelada “licencia social”.
Para el desarrollo de una empresa, se hace imprescindible la aprobación de sus grupos de interés. Pero más allá de eso: que los stakeholders se sientan parte de la compañía. Para lograr lo anterior, las relaciones dinámicas hacen que vaya madurando una relación entre empresa y comunidades que vaya madurando hasta conseguir esa anhelada licencia.
En este sentido, es clave tomar en cuenta los siguientes aspectos: legitimidad social (normas legales, sociales y culturales de la comunidad), credibilidad (entrega de información clara por parte de la empresa) y la confianza (construida por experiencias compartidas).
El ranking MERCO de Responsabilidad y Gobierno Corporativo del año 2019, indicaba a BCI, FALABELLA, SODIMAC y COLUN como las empresas mejor evaluadas en términos de políticas de sostenibilidad y relacionamiento con sus públicos de interés.
Respecto a la experiencia hacia los clientes, RED SALUD y BANCO SECURITY lideran en Chile el ranking PXI (Praxis Experience Index), por su interacción con los usuarios y el valor de su servicio a través del tiempo.
Ambas dimensiones, se encuentran interrelacionadas respecto al contexto sociocultural en el que una empresa se ve inmersa. La actualidad del COVID19 enfrenta a las organizaciones con una sociedad en crisis, con un amplio cuestionamiento al modelo de desarrollo que hemos construido en nuestro país.
Por ende, hoy mantener un negocio implica no solo conocer al cliente, sino entender que puede ser tu mejor vendedor. Además, nos enfrentamos ante comunidades que anhelan un ecosistema libre de contaminación e instituciones que respondan a sus expectativas haciéndolos parte del crecimiento.
La era post-covid nos pone sobre la mesa una seria de incertidumbres, pero también certezas que son nuestro el mayor desafío. Hoy existe el desafío moral de las empresas de volcarse a insertarse en las problemáticas más profundas de sus públicos objetivos, que hoy tienen menos trabajo, más carencias, menos ingresos y más dificultades para entregarles a sus familias un mayor bienestar.
Es que el llamado de la campaña nacional #reactivaciónsostenible es quizás el desafío más relevante que tenemos de cara a los próximos años. Un desarrollo sostenible que incentive la movilidad social, optimice la utilización de nuestros recursos naturales, estimule el emprendimiento y fortalezca las alianzas con el mundo público junto con la sociedad civil. Las empresas no lo pueden olvidar: la licencia social no es permanente.