Por Verónica de la Cerda, CEO de TriCiclos
Es un hecho. La pandemia ha frenado a gran parte del mundo y se ha instalado como la gran amenaza de la humanidad en estos tiempos, dada la cantidad de muertos que ha dejado alrededor del globo y el impacto que ha generado en nuestras vidas.
Lamentablemente, hay otra amenaza de la que venimos alertando y arrastrando hace décadas y que no podemos olvidar, menos en el Día de la Tierra: la crisis climática.
La sequía, las condiciones del aire en zonas de sacrificios, los incendios recurrentes, las islas de plástico en el océano que afectan a las especies marinas o las de chatarras con las que debe convivir miles de persona, generan muertes. No sabemos cuál será el ritmo de los impacto en la vida de las personas y, probablemente nos costará asumir que son directa responsabilidad nuestra, de los humanos, pero ocurrirá y será relevante y dramático.
En ningún caso es posible poner en la balanza cuál amenaza es más terrible, porque hablamos de vidas y la pérdida de ellas es siempre devastadora.Pero hoy, que hemos podido ver cómo la naturaleza es capaz de mostrarnos qué pasa cuando las grandes industrias se detienen un poco, cuando los autos se quedan en casa, y vemos cómo muchas especies dejaron de temernos para mostrarse nuevamente en su hábitat, debemos reflexionar.
Uno de los grandes peligros que visualizamosal volver “a la normalidad” post pandemia será la forma en que lo hagamos. No sólo porque ya veníamos haciéndolo poco amigable con nuestro entorno, sino porque ante la paralización y la necesidad de reactivar la economía, las industrias podrían generar un tremendo retroceso en este largo camino por potenciar las energías limpias, por bajar las emisiones de carbono, por caminar hacia una economía circular, con el fin de recuperarla rápido.
Si hemos destacado lo importante que es resguardar las vidas por sobre cualquier otra cosa, es momento de hacerlo también pensando en nuestras futuras generaciones, así como en nuestra flora y fauna. La empatía que se ha expresado activamente como herramienta para enfrentar este virus, es necesario que prevalezca y se transforme en un valor común que nos permita volver a la “normalidad” sin olvidar que lo que construimos hoy es la herencia que estamos dejando mañana.
El trabajo que tenemos es doble, el Covid-19 y la crisis climática requieren que saquemos lo mejor de nosotros para hacerles frente y revertirlos. Necesita de voluntades individuales y colectivas, de públicos y privados y de Estados comprometidos, porque ningún hecho que ponga en jaque la vida puede ser olvidado.