Por Margarita Ducci, Directora Ejecutiva Pacto Global Chile, ONU
Garantizar agua para la vida de los seres humanos y las especies en la tierra, asequible, libre de contaminación y gestionada de forma eficiente y sostenible, es uno de los puntos claves de la Agenda 2030, el ODS6, dentro de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible adoptados por Naciones Unidas.
Hoy frente a la grave crisis sanitaria a nivel planetario, el agua se torna, ahora más que nunca, imprescindible para el combate al COVID19.
Estamos viviendo no solo la propagación exponencial de una enfermedad que azota al mundo, sino también, grandes impactos de los efectos del cambio climático, y ya se ven manifestaciones tan graves como la modificación del ciclo del agua en muchos lugares del planeta, fuerte variación en el régimen de precipitaciones, cambios en la evaporación y la temperatura del agua, con graves consecuencias para los ecosistemas, la biodiversidad, la salud y la subsistencia de cientos de millones de personas que necesitamos vivir de una forma u otra, en estrecha relación y dependencia del agua.
El mundo debe reconocer cada vez más la importancia de la biodiversidad de los ecosistemas como garantía de un futuro próspero que proporcione el necesario alimento, agua y energía, suficientes para la actual población mundial de 7.700 millones de personas, que se prevé aumentará a 10.000 millones en 2050 y a 11.200 millones en 2100.
No cabe duda, que la relación de la humanidad con la naturaleza y con el planeta ha cambiado profundamente y que vivimos en una época marcada por grandes transformaciones generadas por la acción humana, cuyos impactos son visibles y patentes en una misma generación y tendrán consecuencias imprevisibles. Por ello, debemos cuidar hasta la última gota de agua.
Hoy la agricultura ocupa un tercio de la superficie de tierra del planeta y es responsable del 69% de las extracciones de agua dulce. Aun así, producimos de manera inadecuada, comemos mal, y a pesar del costo de los alimentos, una parte de estos acaban en la basura. El uso intensivo de agua para la agricultura y la construcción a gran escala, de obras de infraestructura, están transformando y fragmentando los ríos, lo que, a su vez, provoca la desaparición de la biodiversidad y la degradación profunda de los ecosistemas de agua dulce, vitales para nuestra economía y para nuestro bienestar.
El enorme desafío consiste en dar prioridad a la búsqueda de soluciones alternativas reales y al alcance de todos, para que haya suficiente agua para nuestras necesidades y para, al mismo tiempo, asegurar la salud de los ríos, lagos y humedales, aplicando técnicas de regadío más eficientes e inteligentes, mejorando la planificación y la gestión del agua, con mayor participación de todos los actores implicados para gestionar las cuencas fluviales.
Según el Foro Económico Mundial, la crisis del agua es uno de los mayores riesgos a nivel global a los que se enfrenta la humanidad. Hay creciente escasez del agua y se producen megasequías en diversas zonas del planeta que incluyen a Chile.
La falta de agua no es solo un problema derivado de la disminución, sino un reflejo del desequilibrio entre la creciente demanda y los recursos disponibles. Este estrés hídrico, no solo impide la sostenibilidad de los recursos naturales, sino que obstaculiza el desarrollo económico y social, y tiende a afectar desproporcionadamente a las personas más desfavorecidas.
Buscar la manera sostenible de usar el agua, es responsabilidad de todos y nuestro éxito dependerá de que seamos capaces de integrar en el modelo de desarrollo, el respeto a sus fuentes, a la naturaleza y a su preservación. Solo priorizando el cuidado y la restauración de los ecosistemas que forman las redes naturales del agua, podremos asegurar a las futuras generaciones, seguir contando con este valioso elemento: el agua, que, recordemos, no es infinita ni reemplazable.