La bahía Fildes, en la isla Rey Jorge, se encuentra a solo dos horas de vuelo de Punta Arenas, pero está dentro del cinturón de frío que establece la corriente circumpolar antártica y que resguarda un reino de viento, nieve y hielo.
Sin embargo, en el último tiempo se han sucedido noticias de picos de calor en distintos puntos del sector norte de la península Antártica, en cuyo sector noroeste se encuentra la isla Rey Jorge. Allí en este enero no ha nevado y los primeros días de febrero han sido realmente “veraniegos” para el estándar polar con temperaturas de hasta 6 ºC. La sensación térmica incluso llamaba a salir con polera fuera de la base científica “Profesor Julio Escudero”… pero solo por unos minutos: la Antártica sigue siendo la Antártica.
Un termómetro atareado
El miércoles 6 de febrero la base argentina Esperanza registró 18.3 ºC. Tres días después, científicos brasileños en la isla Seymour registraron 20,75 ºC. Ambos registros se han producido en el sector noreste de la península Antártica.
El paleobiólogo y director del Instituto Antártico Chileno, Dr. Marcelo Leppe Cartes, llama a ser cautos y esperar la validación de estos registros por parte de la Organización Meteorológica Mundial, pero “esto no impide constatar que la tendencia al alza de las temperaturas en este sector de la Antártica es innegable y las consecuencias en el ecosistema ya comienzan a ser visibles. Estuve en febrero en el sector del archipiélago Shetland del Sur, donde están varias de nuestras bases, y varios glaciares mostraban un aspecto gris, terroso por los sedimentos que comienzan a aflorar ante la disminución de la masa de hielo”.
Leppe señala que el retroceso de los glaciares deja terreno disponible para la llegada de plantas, musgos y líquenes, e incluso se están dando las condiciones para que especies que antes no podían sobrevivir el áspero clima antártico, ahora sí puedan hacerlo y competir con las especies nativas.