Por Iván Muñoz M., Director Paréntesis Asesorías y Servicios Clínicos
Muchas personas se están levantando día a día a sus actividades con una sensación de pesadez, para algunos es angustia, para otros temor, agotamiento, frustración.
Dentro de todo el proceso, se debe seguir trabajando –los que tienen trabajo–, cuidar a los hijos, sostener la vida de pareja y un largo etcétera, todo, eso sí, en un contexto de gran incertidumbre, que es la palabra que más se repite en las conversaciones de los chilenos hoy.
Este concepto que tomara relevancia desde la física cuántica con Heisenberg, a principios del siglo XX, aplicado a la sociedad en forma simple nos señala que hay resultados imprevisibles, no calculables y que, en cierta manera, quienes participamos de fenómenos sociales como el actual afectamos también ese contexto con nuestras actitudes, acciones, posturas. Ni qué decir el efecto de quienes toman decisiones sobre lo que nos sucede. Finalmente, la única certeza que tenemos es que no podemos estar seguros de nada.
No saber cómo serán nuestros desplazamientos, cómo terminará el día, si podremos concentrarnos en lo que hacemos, sin saber cómo y a qué hora volveremos a nuestras casas, genera un nivel de ansiedad importante, además de miedo y desesperanza.
Alan Watts, autor de “La sabiduría de la inseguridad” habló sobre esto hace más de 60 años. Sostenía que la noción de seguridad se basa en la sensación de permanencia y continuidad, y que manteniendo ese núcleo duradero podemos conservar nuestro “yo”. Eso es lo que hoy les pasa a muchos: sienten su “yo” dividido, les cuesta reconocer o lidiar con lo que sienten, ya que esa continuidad -la vapuleada “normalidad”- ya no existe.
¿Prefiero volver a gastar 4 horas de mi vida en viajar en micro para llegar a mi trabajo antes que vivir esta inseguridad? Posiblemente sí. ¿Me sentiría mejor si todo vuelve a ser como era aunque no cambien mucho las cosas? Para algunos, también sería mejor. ¿Sería mejor no pasar tanto tiempo frente a una pantalla viendo videos o noticias que aumentan más la incertidumbre? Quizás sí, pero verlas entrega una falsa seguridad al “saber lo que pasa”.
Reconocer personalmente y con otros las emociones y sensaciones con las que vivimos estos días es un gran paso. Poder nombrarlas, aún mejor. Para poder lidiar con esto, lo importante es atender a nuestras propias señales de cambio, a lo que nos incomoda, a lo que nos pone ansiosos. Reconocerlo y compartirlo con otros puede ayudar. Mantener los espacios de continuidad que teníamos o fomentar nuevos ayuda a superar esa inseguridad: pasar a comprar el pan, plantearse una actividad en casa, en familia, o con compañeros de trabajo, buscar un momento del día que, aunque sea en soledad, la vida se parezca un poco a lo que antes solía hacer.
Watts dice: “Mientras la mente esté dividida, la vida es conflicto, tensión, frustración y desilusión perpetuos. Los sufrimientos se acumulan, lo mismo que los temores y el hastío. Cuanto más se debate la mosca para salir de la miel, más se adhiere”.