Por Samuel González Guzmán, Socio fundador de 4×4 en Chile y presidente Ejecutivo Fundacion E
Algunas de las grandes características de lo que diversas instituciones denominan como la nueva revolución, son las formas evolucionadas en el comportamiento social derivados de avances y uso de tecnologías emergentes; en otras palabras es el escenario drástico en que la manera de innovar y emprender simplemente se mantienen en un continuo evolutivo; históricamente la innovación surgía tras años de investigación en laboratorios o centros de exploración y desarrollo ubicados en empresas multinacionales o universidades.
Hoy la innovación también surge en el patio trasero de una casa, del departamento de una unidad habitacional o en dormitorios estudiantiles de algún centro académico.
Esta nueva ola de invenciones se debe en gran medida a una generación de emprendedores que tienen el sello del pensamiento lateral inmerso en la evolución, inspirados en la nueva economía, el capitalismo consciente, y bajo el contexto de una sociedad dinámica.
Detonar cultura emprendedora genera riqueza y empleo de manera acelerada, bajo un modelo que permite la creación y prueba de nuevas ideas, nuevos modelos, lo que inyecta una energía constante al sistema económico en una comunidad, un país o una región.
Hacer fluir de manera constante la cultura emprendedora dentro de una sociedad de vanguardia y en cambio permanente, resulta trascendental para:
a) Generar emprendedores que vayan más allá de un modelo de negocio y sean capaces de mejorar el estilo de vida de una sociedad y el mundo que les rodea.
b) Incrementar sus ingresos y, en consecuencia, lograr mejores condiciones de vida para ellos (sus familias) y el ecosistema interno o externo de su empresa.
c) Incrementar la economía bajo las normas del emergente capitalismo consciente, donde el emprendedor sea capaz de generar riqueza al tiempo de cuidar o, incluso, mejorar el medioambiente, implementar prácticas de comercio justo e impactar positivamente en su entorno tanto social como familiar.
d) Transformar los valores y la cultura del medio donde se gestan los proyectos, particularmente para migrar de la dependencia a la proactividad y la responsabilidad.
e) Construir puentes de colaboración entre sectores (públicos y privados), naciones, empresas (multinacionales y emergentes), sociedad civil organizada y las instituciones educativas.
En la actualidad, la aportación de la cultura emprendedora al crecimiento y solidez de cualquier economía resulta evidente como actividad social; sin embargo, aún es un tema abordado, hasta cierto punto, de modo lírico, improvisado y poco profesionalizado; algunas de estas razones son:
a) Es una actividad emergente, con una baja documentación del impacto y aportación genuina como resultado del riesgo y la construcción de riqueza.
b) Lo cambiante del entorno socio/político en el que estamos todos inmersos.
c) Los avances de la ciencia y la tecnología.
d) La evolución de la manera en que trabajamos.
e) La integración de nuevas generaciones a la fuerza laboral, de manera inclusiva y participativa, con muy diversas apreciaciones y estilos de lo que el trabajo debe ser y la manera de ejecutarse.
Es por ello que desde la plataforma del sector privado, la academia, la sociedad civil y el sector público se debe tener como eje estratégico de mediano y largo plazo: generar líderes competentes, sin importar la edad, género, condición económica o cualquier variable -que pudiera pensarse como una barrera para emprender un proyecto-, con la capacidad no solo de crear sino de implementar modelos empresariales y propuestas de valor bajo un marco de incertidumbre, no importa el número de obstáculos… porque emprender es el arte de saltar al vacío, construir un avión en el proceso y es tarea de todos.