Por Valesca Montes, coordinadora de Pesquerías Sustentables de WWF Chile.
Diversas mitologías, entre ellas la polinésica, relacionan la “buena pesca” con la prosperidad, la salud y la armonía familiar, entre otros aspectos. En culturas como la mesopotámica, los peces eran parte esencial de las ofrendas a los dioses, y para el budismo simbolizan la felicidad.
En la Biblia, en tanto, las alusiones a pescas milagrosas y a la figura de Jesús como “pescador de hombres” no pasan desapercibidas, además de que la mayoría de sus discípulos –según el texto cristiano- fueron pescadores.
La relevancia de la pesca para algunas de las primeras civilizaciones no ha sido desplazada, debido a que, a medida que el hambre aumenta en el mundo, el pescado cobra una importancia crucial como fuente de proteínas de alta calidad, principalmente para los países en desarrollo.
Por tanto, las noticias de una “mala pesca”, como en el antiguo Hawai, siguen siendo símbolo de calamidades que quizás no podamos dimensionar en el corto o mediano plazo.
Malas noticias, justamente, como las que trajo el Informe de la Subsecretaría de Pesca y Acuicultura (Subpesca) respecto al estado de las 27 principales pesquerías del país durante 2018. Del total, 11 de ellas se encuentran en la categoría de sobreexplotadas y 8 como agotadas o colapsadas, siendo ésta la cifra más alta desde 2013. Es decir, el 70% se encuentra con problemas en sus stocks, porcentaje que para 2017 llegaba al 61%.
Sin embargo, el reporte también enciende algunos focos de optimismo, particularmente en relación a la merluza común, que si bien se mantiene en estado de sobreexplotación, ya suma el tercer año consecutivo con mejoras en su stock.
Hay muchos factores técnicos que deben analizarse para dar con las claves del actual deterioro de nuestros recursos pesqueros y con soluciones que puedan empujar y acelerar una urgente recuperación. Éstos van desde el funcionamiento e implementación de los planes de manejo y su incidencia sobre el manejo sostenible de las pesquerías, hasta la adopción de un verdadero enfoque ecosistémico y la aplicación del enfoque precautorio en pesquerías con alta incertidumbre, así como aumentar los recursos financieros destinados a fortalecer la investigación.
Mientras esto sucede, la sobrepesca y la pesca ilegal siguen ocurriendo, marcando una tendencia realmente preocupante. Sumado a esto, se proyecta que el cambio climático alterará la productividad de las pesquerías, lo que se podría traducir en una menor disponibilidad de peces. Si a ello agregamos una creciente demanda global, proporcional al aumento de la población, se hace imprescindible un cambio hacia una producción y consumo sostenibles, en un contexto en que las poblaciones de vertebrados han disminuido en 60%, entre 1970 y 2014 (Informe Planeta Vivo, WWF, 2018).
Durante estos días, en que la venta de pescados y mariscos se eleva, es bueno recordar que tanto consumidores y comerciantes, como todos aquellos que intervienen en la cadena de comercialización de la pesca, juegan un papel importante para contribuir a revertir la situación actual. Esto, a través de un consumo consciente, es decir, uno que prefiere productos que provengan de fuentes responsables y legales y que tengan un impacto positivo a nivel local.
Todos somos responsables de que vuelva la “buena pesca” y de que no sea necesario un milagro para poder recibirla.