Por Giovanni Calderón, Director Ejecutivo Agencia de Sustentabilidad y Cambio Climático Corto
Como sabemos, el viernes recién pasado se conmemoró en todo el mundo el Día Internacional de la Mujer. Más allá de las legítimas reivindicaciones que por estos días acaparan los titulares de los medios de comunicación, la mujer ha ejercido históricamente un rol transformador de la sociedad y agente de cambio, que ha cambiado para siempre el rumbo de la historia y ha hecho de nuestro mundo un lugar mejor.
Y así como esos logros han sido fruto del talento y el esfuerzo de todas las mujeres que han contribuido a construir nuestra historia, la respuesta frente al cambio climático representa un desafío que exige grandes esfuerzos, acuerdos y liderazgos.
Es sin duda el desafío más grande de nuestro tiempo y como todos, las mujeres también están llamadas a hacer algo al respecto.
El 51% de la población total del planeta está compuesto por mujeres. Sólo en una acción conjunta de todos, que incluya y considere las necesidades y perspectivas de esa mayoría constituida por todas las mujeres del mundo, lograremos soluciones justas a los problemas que plantea el cambio climático que, precisamente, en razón de su justicia con mujeres y hombres, puedan mantenerse en el tiempo y dar respuesta efectiva a esos problemas.
Está demostrado que, cuando las mujeres participan en la planificación de un proceso, las comunidades experimentan de mejor manera la resiliencia al clima y mejora sustantivamente la creación de capacidades. Las mujeres tienen una especial capacidad para adaptarse al cambio medioambiental de manera más rápida y efectiva, especialmente cuando las vidas de sus familias se ven afectadas.
Sin ir más lejos, cuando ocurre una catástrofe como las que suelen ocurrir en Chile, las mujeres son las primeras en responder a los requerimientos de ayuda, a través de la contribución, la preocupación y, sobre todo, el fortalecimiento de los lazos humanos.
Si observamos su comportamiento con detención, nos daremos cuenta que perciben de mejor manera los riesgos, contribuyendo a disminuirlos, y evalúan de forma más precisa y asertiva los posibles daños frente a una catástrofe.
Por otra parte, y desde una mirada productiva, también está comprobado que cuando, se les da a las mujeres el mismo acceso a recursos que a los hombres, por ejemplo, en la agricultura, el rendimiento de la producción puede aumentar entre un 20 y un 30%. Esto implica no sólo implica mejorar el acceso de la población a productos agroalimentarios, sino también una mayor sustentabilidad de la actividad agrícola al obtenerse más y mejores productos con un mismo esfuerzo productivo.
Sabemos que los efectos del cambio climático, como todo riesgo de la vida moderna, tiene un impacto mucho mayor en los sectores de la población más vulnerables, agravando desigualdades ya existentes como la pobreza y la desigualdad de género.
El mensaje es claro y está a la vista. Si invertimos en igualdad, en el empoderamiento de las mujeres y en equidad de género, podemos ser mucho más productivos y eficientes en la conservación y cuidado del medioambiente, en la reducción de la pobreza, en mejorar las políticas públicas y en lograr un desarrollo justo y sostenible.
Enfrentar el cambio climático con una perspectiva de género, nos enseña a mirar los derechos de las mujeres y disminuir la desigualdad desde un punto de vista nuevo e inspirador.
La participación de las mujeres en este desafío genera una reacción en cadena, cuyos alcances muchas veces no alcanzamos a vislumbrar. La preocupación por el otro, tan propia de las mujeres, contribuye a disminuir la desigualdad y a crear condiciones de equidad que facilitan un desarrollo sostenible en el tiempo.
Toda esa energía femenina que existe como un volcán en permanente actividad, debe contribuir a resolver problemas como el cambio climático, que son transversales a toda la sociedad y que nos afecta a todos por igual, pero de diferentes formas según las circunstancias socioeconómicas, la edad y o el género. Las mujeres tienen esa fuerza que nos permite unirnos en función de un propósito mayo y común, que tanta falta nos hace hoy en día.
No por casualidad llamamos Madre Tierra a nuestro planeta. La sociedad, el mundo y, sin duda, los hombres las necesitamos. Ellas siempre han sido y siempre serán el motor fundamental del verdadero cambio que nuestro tiempo nos demanda.