Por Clara Betancourt, experta en Sostenibilidad , Colombia
“La productividad, reto para el empresario, dolor de cabeza para el empleado”. Tal vez muchos se sienten identificados con esta frase y la estén viviendo en estos momentos en carne propia en alguno de los dos extremos. Más aún en estos tiempos de globalización, donde la competencia se vive de forma descarnada. En muchos contextos aún se piensa que mejorar la productividad es inversamente proporcional al bienestar del trabajador. Y por ende directamente proporcional a la accidentalidad, rotación y ausentismo. Tornándose en un “tire y afloje” entre dos grupos de interés primarios: accionistas/ejecutivos – trabajadores.
Surge entonces una pregunta, ¿Habrá forma alguna en que se logre “halar” para el mismo lado? Una posible respuesta: ¡Por supuesto que sí! claro está, si logramos encontrar en la diferencia, el interés común: la productividad es un aliado para alcanzar la rentabilidad para el uno, y un salario digno para el otro. Entonces, teniendo esto como punto de anclaje entre ambos intereses, podemos empezar a despejar el camino.
Hablo de despejar y no construir todavía, porque como todos sabemos, no se puede decir tajantemente que lo único que le interesa a una empresa en la actualidad es la alta rentabilidad o al trabajador simplemente un alto salario. La primera busca, entre otros aspectos no económicos e intangibles, una buena reputación e imagen, la lealtad de los consumidores, la expansión a nuevos mercados, la investigación y el desarrollo, y generar valor compartido. De igual manera el trabajador espera bienestar, especialmente en cuanto a salud (física y mental), buen clima laboral, equilibrio entre lo laboral y lo familiar, pertenecer a grupos de afinidad, dejar una huella en su familia y sociedad, entre otros muchos aspectos.
Teniendo en cuenta lo anterior, el siguiente paso que debemos tener claro, es cómo construiremos este camino, a través de un proceso administrativo que nos genere un relacionamiento gana – gana. Una manera de alcanzar este tipo de relación beneficiosa empresa – trabajador, donde la confianza y el compromiso mutuo se vea reflejado de manera positiva, eficaz y eficiente, es a través de la gestión del riesgo psicosocial.
Proceso este que nos permite diagnosticar, priorizar, implementar y monitorear estrategias y acciones de prevención e intervención de los factores y efectos (estrés, burnout, acoso laboral, entre otros) psicosociales que afectan a las personas en el entorno laboral. La Organización Internacional del Trabajo (1986) define estos riesgos como “las interacciones entre el medioambiente de trabajo, el contenido del trabajo, las condiciones de organización y las capacidades, las necesidades y la cultura del trabajador, las consideraciones personales externas al trabajo que pueden, en función de las percepciones y la experiencia, tener influencia en la salud, el rendimiento en el trabajo y la satisfacción laboral”. Un buen sistema de Salud y Seguridad en el Trabajo, donde se integra a conciencia la gestión de estos riesgos, es el gran reto de la empresa.
Ahora bien, es deber de la alta gerencia, decidir si lo que construirá es un camino destapado, una carretera o una autopista hacia la productividad de la empresa. Y eso se reflejará no tanto en la inversión económica realizada en el modelo de gestión del riesgo psicosocial escogido, sino en la integralidad y transversalidad del mismo dentro de la organización. Y es deber del trabajador, a su vez, identificar su aporte al proceso de gestión, participando activamente y contribuyendo a la mejora continua del mismo.
Así que señores empresarios, ejecutivos y trabajadores: ¿De qué lado deciden “halar” para alcanzar la productividad?
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