Científicos chilenos del iBio (Instituto Milenio de Biología Integrativa) ejecutarán la segunda etapa de este proyecto esta primavera, aplicando lo descubierto en plantaciones.
A futuro esperan replicar el trabajo con estos microorganismos en granos de consumo masivo como trigo, arroz y maíz.
Papas y tomates son algunos de los vegetales más consumidos por los chilenos y parte de nuestra alimentación básica, por eso hoy se hace urgente asegurar su disponibilidad pensando en el presente y futuro. Debido a esto, científicos del iBio están involucrados en una tarea que para muchos puede parecer imposible: Encontrar en el Desierto de Atacama, uno de los lugares más áridos del mundo, hongos que ayuden a estos vegetales a adaptarse y crecer sobreponiéndose a los efectos del cambio climático. Falta de nutrientes, sequía y aumento de la salinidad de los suelos, son algunos de los problemas que los agricultores chilenos deben enfrentar año a año.
“Actualmente estamos fuertemente expuestos a condiciones adversas para el crecimiento y la productividad de los cultivos, problemática asociada al cambio climático y al aumento de la población mundial. La realidad es que hoy los cultivos no tienen la capacidad de alimentar a todos los habitantes del planeta, que hoy superan los 7.000 millones de personas. Por esta razón, necesitamos urgentemente mejorar la productividad de alguna manera”, asegura la Dra. Elena Vidal, académica del Centro de Genómica y Bioinformática de la Universidad Mayor e investigadora asociada del iBio, instituto que es parte de la iniciativa científica Milenio del Ministerio de Economía.
Según estudios de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), a 2050 la productividad de los cultivos agrícolas disminuirá en un 11%, situación muy preocupante ya que el organismo también estima que llegando a la mitad del siglo, el planeta necesitará incrementar en un 50% su producción agrícola para cubrir las necesidades de la población. Todo esto impactaría fuertemente en el costo de vegetales y frutas de consumo masivo, proyectándose un alza de un 20% en su precio.
Chile tiene la ventaja de contar con uno de los “laboratorios naturales” más importantes del mundo, el Desierto de Atacama. Por esta razón, los expertos se trasladaron hasta esa zona para seleccionar distintos tipos de plantas extremas de la familia de las solanáceas (parientes de los tomates y las papas), desde las cuales se aislaron hongos en el laboratorio, para luego ponerlos en contacto con plantas de tomates en condiciones normales y de estrés. Los resultados fueron satisfactorios, ya que a través de las diversas pruebas realizadas se pudo comprobar que la interacción hongo-planta, permite que estás últimas sobrelleven mejor el estrés y logren adaptarse y crecer.
Al respecto, la Dra. Vidal afirma que “en el caso del estrés salino, las condiciones que estamos utilizando son extremas, simulando niveles más altos que en el Desierto de Atacama. A pesar de esto, logramos recuperar más del 50% del crecimiento normal”. “Lo que esperamos con las siguientes pruebas es que al bajar el estrés salino, llevándolo hasta un punto medio, la reacción de la planta sea mucho mejor y obtengamos tasas de recuperación del crecimiento superiores al 50%”, agrega la investigadora.
Actualmente los científicos del iBio se encuentran realizando las primeras pruebas en otros cultivos de importancia en la alimentación los chilenos, como lo son los granos, entre los cuales cuentan el trigo, arroz, maíz, cebada y avena. En una próxima etapa los científicos esperan encontrar un hongo que pueda ser utilizado como un “biofertilizante”, y que sea de uso transversal para cualquier familia de plantas. Hoy se aplica en tomates, pero en el futuro esperan emplearlo para mejorar el crecimiento de muchas otras especies.