Expertos en materia forestal aseguran que la forestación es clave para aminorar las consecuencias del fenómeno, que está aumentando la temperatura en el mundo con serias consecuencias medioambientales. Los árboles –aseveran- son un verdadero sumidero de carbono para el planeta.
Uno de los mayores desafíos que se está planteando el mundo, y donde Chile obviamente no es la excepción, es cómo hacer frente a los problemas ambientales que está generando el fenómeno conocido como cambio climático, principalmente por el efecto invernadero que está provocando y que tiene como principal consecuencia el engrosamiento de su cubierta de gases, impidiendo que la energía salga de la atmósfera, provocando una serie de alteraciones en el clima producto del aumento de la temperatura.
Lo anterior, ha obligado a buscar fórmulas que lleven a combatir el problema y ahí los bosques están llamados a tener un rol protagónico, ya que son considerados como los grandes sumideros de carbono del planeta. Absorbiendo gases de efecto invernadero, regulando los flujos de agua y protegiendo a las comunidades costeras de los fenómenos meteorológicos extremos y también del aumento del nivel del mar. Incluso ofrecen hábitat resilientes a las especies animales y vegetales migratorias.
Su relevancia es tal, que el Sistema Nacional de Inventarios de Gases de Efecto Invernadero de Chile (SNICHILE), organismo dependiente del Ministerio de Medio Ambiente, determinó que el sector Uso de Tierra, cambio en el uso de la tierra y silvicultura, es el único que absorbe CO2 en el país, principalmente gracias al incremento de biomasa en las plantaciones forestales y en los renovales de bosque nativo, representando un 96% en la categoría de tierras forestales.
El docente de la Escuela de Ciencias Forestales de la Universidad de Concepción, Eduardo Peña, valora la definición de una política forestal de Chile para el período 2015-2035, la cual tiene dentro de sus objetivos la fijación de carbono. “Ello reconoce explícitamente la importancia de la vegetación en la mitigación del cambio climático. En dicho documento se determinó cuánto más crecerá la superficie cubierta con plantaciones (500 mil hectáreas), pero también se definió la necesidad de restaurar bosque nativo y para el año 2035 se espera tener 200 mil hectáreas incorporadas plenamente con fines de protección y conservación. Superficie que se suma a las 450 mil hectáreas ya existentes de bosque nativo y que también se manejará con fines de protección y conservación”, asegura.
Esta definición estratégica como país se enmarca dentro de las expectativas del académico de la Universidad Austral y doctor en Recursos Naturales, Oscar Thiers, quien agrega que la nueva política forestal “es un ejemplo de trabajo participativo, donde actores de diferentes sectores lograron acuerdos en el camino del desarrollo del sector para los próximos años”.
En esta línea, el profesor Peña, ingeniero forestal y doctor en Ecología del Fuego, señala que este tipo de políticas contribuyen a incorporar carbono al suelo, pero a su vez ayudan a mejorar la productividad de los suelos al aumentar la biodiversidad en el suelo, reducir los riesgos de erosión, mejorar la infiltración, aumentar su fertilidad y reducir el uso de fertilizantes. Pero también añade que se debe aumentar la forestación de zonas degradadas de la cordillera de la costa con plantaciones de bosque nativo con el sólo fin de proteger los suelos y conservar la biodiversidad, “considerando el bajo crecimiento que esta cobertura vegetal tendrán al instaurarse en suelos de mala calidad y con estrés ambiental”, explica.
Para el doctor en Manejo Forestal y académico de la Universidad de Talca, Oscar Vallejos, las actividades que mantengan o aumenten la biomasa de los ecosistemas forestales contribuirán con la mitigación del efecto invernadero. “Por lo general, este tipo de plantaciones logran los mayores niveles de fijación anual de carbono. Por ejemplo, pinos taeda de 30 años en Estados Unidos presentan en promedio un 87% más de contenido de carbono que bosques naturales en sitios similares”, señala.
En esa dirección, Peña agrega que “lo ideal, para acumular más carbono en el suelo sería alargar la edad de rotación o cosecha final, pero considerando que puede aumentar los costos de producción y disminuir la productividad de los cultivos forestales, las plantaciones de corta rotación también son útiles porque aportan carbono al suelo. Ahí es recomendable evitar aplicar quemas prescritas o utilización completa de los residuos forestales, tratando de dejar la mayor cantidad posible de residuos para favorecer la fijación de CO2 en el suelo, especialmente los tocones porque aportan entre un 15 a 20% de la biomasa total del árbol al suelo”.
Conceptos compartidos por Vallejos, quien añade que se obtendrá un mejor resultado mediante la selección genética de especies y variedades, aumento de la edad de rotación y la aplicación de raleo, medida silvicultural que permite dejar los árboles remanentes más promisorios.
Desafíos
A lo anterior, Thiers añade que junto con aumentarse la superficie de tierras forestales mediante forestación y reforestación, también se debe ampliar la densidad de carbono de los bosques existentes (más carbono por unidad de superficie); expandir el uso de los productos madereros que sustituyen de manera sostenible las emisiones de CO2 provenientes de los combustibles fósiles; y reducir las emisiones por la deforestación y la degradación de los bosques nativos.
En este sentido, plantea, por ejemplo, que la gestión de plantaciones forestales en el país debe explorar nuevas especies y combinaciones de ellas, y propone generar modelos de aplicación de plantaciones mixtas, más resistentes y resilientes a los cambios del ambiente.
De hecho, la propia FAO -en la reciente celebración del Día Internacional de los Bosques- nos recordó que un árbol puede absorber hasta 150 kg de CO2 al año, almacenando carbono y ayudando a mitigar las repercusiones del cambio climático en las ciudades.
Cifras
La superficie total de bosques en Chile asciende a 17,7 millones de hectáreas, lo que representa el 23% de la superficie nacional. De ese total, un 86% corresponde a bosque nativo y un 14% a plantaciones forestales (2,4 millones de hectáreas). Las regiones que concentran las mayores tasas de forestación (forestación y re-forestación) son tres: Biobío (47%), Araucanía (22%) y Maule (18%).