El 2004 la empresa de reciclaje Comberplast decidió no fabricar nunca más un producto descartable. En ese entonces llevaban casi 30 años diseñando productos de plástico en base a materiales vírgenes. Después de comprar una maquina recicladora de pellet de alta calidad en un viaje a Estados Unidos, el 2002 los hermanos Compagnon, junto a su padre, decidieron apostar por un negocio al que nadie le veía futuro: el reciclaje. “Eran años en que toda la industria iba dirigida a utilizar un producto y desecharlo rápidamente”, afirma Michel Compagnon, Gerente Comercial de la empresa.
Poco a poco fueron acercándose a compañías e industrias preguntando por sus residuos sobrantes –cajas, pallets, botellas, entre otros- para suplir el volumen requerido por la maquina pelletizadora que habían comprado recientemente. Lograron un volumen mayor al necesario por la máquina y compraron otra y luego otra más.
Hoy en día trabajan con más de 60 tipos de plástico y reciclan 5.000 toneladas al año -equivalente a una quinta parte de lo que botamos los chilenos anualmente al océano- según Greenpeace Chile. “Hasta que pierde su vida útil el plástico es un material fantástico con propiedades que favorecen a todo tipo de productos y servicios. Necesitamos verlo como un recurso y no como un desperdicio”, sostiene Compagnon.
Para ello, desarrollan un modelo de negocio basado en la economía circular, donde todo desperdicio plástico que llegue a la empresa es convertido en artículos para la venta. Bandejas, cajas, maseteros, discos control de evaporación para tranques y lagunas, cajas de empalmes para medidores eléctricos, todos estos certificados de igual o mejor calidad que los mismos productos provenientes de materiales vírgenes.
Han desarrollado cajas de bebestibles para embotelladora Andina con 100% plástico reciclado (anteriormente era con un 20%), producen junto a la empresa californiana, Bureo, tablas de skate fabricadas con redes de pescadores botadas en los océanos chilenos, y el año pasado, dispusieron 40 toneladas de plástico reciclado en forma de cajas para sostener los jardines de las murallas del Mall Plaza Los Dominicos. Los llamados muros verdes.
“Lo que logramos con ese proyecto fue eficiencia, ya que por una parte los materiales de las cajas ayudan a enfriar las paredes del mall y, por otro lado, diseñamos un riego por goteo a cada planta, que finalmente, consume un 10% menos de agua que cualquier otra tecnología de muros verdes”, explica Compagnon. “Lo más importante es mantener la misma calidad que un producto fabricado con materiales vírgenes”, añade.
En este punto, aún existe cierto escepticismo en el mercado al momento de elegir entre un producto reciclado y uno con materiales vírgenes, donde todavía se prefiere el original. “Tengo un cliente que aún no permite que le entreguemos un producto 100% reciclado, sabiendo que la calidad es la misma que el original. Incluso fuimos a probar dicho producto a Alemania con un ente fiscalizador en estos temas y pasó todas las pruebas requeridas”, afirma.
Esta inseguridad se ve reflejada en la “falta de educación que existe aún en torno al reciclaje, ya que recién hace unos pocos años se comenzó a tomar en serio este problema. Y hay que recordar que en tiempos anteriores el océano era el vertedero de todas las industrias”, añade. Aunque enfatiza que en esta forma de educar a las personas también se debería regular de mejor manera los precios de productos reciclados con los no reciclados. “Si sólo te dedicas a la filantropía o a concientizar a las personas vas atacar un nicho muy pequeño. Pero a largo plazo, si realmente se quiere hacer un cambio, el precio del producto reciclado debe ser igual o menor que el de materiales vírgenes”.
Actualmente, Comberplast enfoca sus esfuerzos en remover 4.000 toneladas de cabos –cuerdas de gran tamaño utilizadas para la pesca- que están contaminando las playas y campos de Chiloé. En 2017, se contactaron con una empresa de reciclaje de la zona para traer las primeras 30 toneladas de cabos y ver que podían producir con ellas. Al instante, el problema fue que debían cortar y moler un producto que estaba diseñado para no cortarse. Ahí los hermanos Compagnon, vieron una oportunidad y trajeron un molino de Alemania que logró moler los cabos.
La idea de este proyecto, es fabricar basureros de dos litros y vendérselos a los municipios de la zona para que ellos a su vez se los entreguen a la gente. “Nuestra intención es darles un producto para que la comunidad siga limpiando, ya que uno de los problemas es que muchas veces las personas no tienen basureros cerca para botar la basura. Lo importante es darles esa facilidad y así crear conciencia”, concluye.