Lionel Quezada, Director Comercial de Suez Chile
“Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde”. Este refrán, bastante usado sobre todo en contextos románticos, hoy está tomando fuerza también desde el punto ambiental y social. De seguro esta frase ha pasado por la mente de más de uno de los habitantes de Ciudad del Cabo, una de las más importantes de Sudáfrica, en donde de golpe sus habitantes han debido aprender a vivir con 50 litros de agua al día, cifra que en mayo próximo se verá reducida a 25 litros que obtendrán desde camiones, pues sus grifos serán cerrados.
No más duchas largas, no más regar el jardín, no más ver correr el agua desde la llave. Una de las razones de este oscuro escenario es que la ciudad está sufriendo la sequía más grande de su historia. No es difícil concluir que el cambio climático del que tanto hemos escuchado es una de las razones de fondo.
Recientemente un estudio del World Resources Institute estableció que 33 países enfrentarán un estrés hídrico severo en 2040 producto del déficit de precipitación y aumento de la demanda. Chile ocupa el lugar 24 en esta lista, por lo que un escenario tan dramático como el que se vive en Ciudad del Cabo podría no estar tan lejos de nuestra realidad.
En efecto, la mayor parte del territorio nacional entre la región de Coquimbo y la Araucanía ha experimentado una sequía severa y prolongada desde el año 2010. La extensión espacial y duración de este periodo seco no tienen precedentes en la historia de nuestro país, razón por la cual se le denomina “Megasequía”. Un informe especial del Centro del Clima y la Resiliencia de la Universidad de Chile –entregado recientemente a la Presidencia – concluye que al menos un tercio de esta Megasequía es producto del cambio climático, una señal que lamentablemente se mantendrá e incluso intensificará en el futuro.
La gran pregunta es si podemos hacer algo para revertir este panorama más bien oscuro del que parece no estamos muy conscientes. Por fortuna la respuesta no es tan negativa. Ciertamente una de las principales “soluciones” tiene que ver con que todos: Estado, empresas y personas, realicemos profundos cambios en nuestra día a día en lo que respecta al cuidado del agua. Los niños y jóvenes deben aprender que estamos en una carrera contra el tiempo, en la que hay que cuidar hasta la última gota.
Para que no tengamos que lamentar la pérdida del agua, necesitamos intervenciones más de fondo, como son por ejemplo las plantas desaladoras, que ciertamente ayudarían a combatir el déficit hídrico que afecta a las zonas norte y centro del país. A través de distintos métodos y procesos, como la osmosis inversa, estas instalaciones industriales separan la sal del agua, convirtiéndola así en agua para uso industrial y humano.
Esta tecnología, que actualmente está siendo utilizada en Chile por algunas compañías mineras, podría llegar a ser una real alternativa también para la agricultura y otras industrias. Si bien requieren de una importante inversión inicial, los beneficios asociados a nivel social son tan relevantes que vale la pena evaluar su viabilidad. Hoy en día existen a nivel mundial diversos casos de éxito en zonas muy áridas que han logrado superar sus problemas de agua gracias a la eficiente gestión de plantas desaladoras cuya tecnología se perfecciona día a día para adaptarse a las necesidades de cada cliente, y reducir al máximo su impacto en el entorno.
Ejemplos exitosos hay varios: las plantas IDAM de Perth y Melbourne en Australia, Barka II en Omán y Al Dur en Bahrain. Actualmente estamos construyendo en México la planta “Rosarito”, que asegurará el suministro de agua potable en la región costera de Baja California usando agua de mar que estará apta para el consumo gracias a la tecnología de desalinización por osmosis inversa, producto de un innovador modelo de negocio de participación público privada.
La realidad actual es que no podemos quedarnos de brazos cruzados viendo cómo el cambio climático hace estragos en el mundo. Es hoy cuando tenemos que tomar medidas concretas para evitar llegar a la caótica situación de Ciudad del Cabo. Es hoy cuando el Estado, las industrias y las personas debemos unirnos para evitar que, en sólo un par de décadas más, tomar una ducha de 5 minutos sea sólo un nostálgico recuerdo. Ahora es cuando debemos cuidar el agua de todos. Cada gota cuenta.