Por Alejandra Fuenzalida, directora ejecutiva de United Way Chile.
Una de las tantas luchas históricas que muchas mujeres hemos levantado desde distintas trincheras, es la de la igualdad de salarios entre personas que desempeñan una misma labor. Además de reivindicaciones históricas como el derecho al voto o demandas como el acceso a cargos directivos en instituciones públicas y privadas, éste es uno de los aspectos que aún permanecen pendientes y que deben ser resueltos con voluntad y conciencia.
De acuerdo a los datos recolectados por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), el sueldo de las mujeres fue menor al de los hombres entre 2010 y 2016 de forma continua. En el periodo estudiado, 2011 fue el año en donde esta brecha se evidenció aún más, mientras que, en 2016, esta diferencia alcanzó un 31,7% en el ingreso medio y un 25% en el ingreso mediano. Esto quiere decir que mientras los hombres recibieron sueldos entre $399.790 y $601.311, el rango para las mujeres estuvo entre $300.000 y $410.486.
El informe nos muestra, además, que Antofagasta es donde la diferencia es mayor -con sueldos promedio de $773,9 mil para los hombres y de $482,6 mil para las mujeres-, mientras que el tramo etáreo en donde esta brecha continúa es entre los 45 y 54 años, con -40,8%, lo que representa salarios promedios de $708,4 mil y $419,2 mil respectivamente. En tanto, si hacemos un desglose por tipo de trabajo, el llamado grupo ocupacional, artesanos, operarios y oficiales, muestra una preocupante cifra de -61,9%, con trabajadoras que percibieron sueldos medios de $158,8 mil versus $416,6 mil en el caso de los hombres.
Cuesta creer que, en este momento de la historia, con una lucha que no es reciente, veamos todavía estas diferencias que tan mal nos hacen como país y como sociedad en su conjunto. Estamos aún en un punto en donde no hemos sido capaces de derrotar esa mirada centrada en la desigualdad, en donde las mujeres continuamos siendo vistas como inferiores o más débiles, incluso en cargos que requieren igual preparación académica o experiencia previa. Y si bien hoy existen movimientos reivindicatorios en todo el mundo, la tarea aún se ve de largo aliento.
Pedir salarios equitativos entre personas que realizan una misma labor no tiene que ver únicamente con un aspecto monetario. Es un punto relevante, sin discusión alguna, aunque la demanda tiene un trasfondo mayor. En la medida en que exista voluntad y se realicen las acciones correctas para cerrar definitivamente esa brecha, estaremos finalmente reconociendo una igualdad de derechos y de acceso a una retribución acorde a la labor desempeñada.
Debemos ser capaces de dar un paso más hacia la igualdad a través de remuneraciones que dignifiquen a quienes desempeñan un determinado trabajo y que sean motivo de orgullo y de sensación de justicia ante el esfuerzo que hombres y mujeres realizamos diariamente. El fin de la brecha salarial es completamente posible y es tarea de la sociedad en su conjunto velar por él.