Por años los inviernos en Beijing, China se han visto sofocados por una densa y tóxica capa de smog. Pero este invierno, el cielo ha tomado una tonalidad azul que en otros tiempos era impensada. “No es para nada una casualidad”, dicen fuentes de Greenpeace, quienes realizaron un extenso análisis de las condiciones del aire para el Gobierno de China.
Los niveles de polución en Beijing y otras 27 ciudades del noreste de China han bajado un 33% promedio en comparación a los últimos tres meses de 2016. Y sólo en Beijing han caído un 53%. Greenpeace estima que la baja en el smog ha evitado 160.000 muertes prematuras en el país asiático.
La considerable baja es parte de la campaña anti smog del Gobierno -anunciada primero en 2013 pero acelerada el año pasado en regiones aledañas a la capital- ha mostrado resultados favorables. Aunque, en la provincia de Heilongjiang, en la frontera con Rusia, los niveles de smog han aumentado un 10%. Greenpeace señaló que los resultados demostrados en ese caso requieren de una mayor acción gubernamental que reduzcan políticas que favorezcan la industria del carbón.
“El plan anti smog de China ha traído masivas reducciones en los niveles de contaminación y los riesgos a la salud asociados, pero seguir apoyando políticas relacionadas al carbón y la industria pesada están retrasando el progreso”, afirmó Huang Wei, uno de los organizadores de la campaña.
De todas formas, los ciudadanos de Beijing se han mostrado positivos ante el cambio y agradecen la desaparición de ciertos síntomas causados por el smog, tales como la irritación en los ojos y picazón en la garganta. Hace tan sólo un año la contaminación era tan grave que algunos días se tuvieron que cerrar colegios y cancelar vuelos.
La calidad del aire se mide por la concentración de MP2.5 (Materia Particulado) de un espacio considerado como dañino. Tales contaminantes, suspendidos en forma liquida y solida en el aire, deben mantenerse bajo los 50 microgramos para que sea considerado óptimo.
Durante un par de días, a fines de diciembre, los niveles alcanzaron casi los 300 microgramos, lo que es considerado peligroso, pero ese evento fue la excepción, ya que la primera semana de enero los niveles bajaron a 29 microgramos, según la Estación de Monitoreo Ambiental de China.
Más allá de los problemas a la salud, la contaminación también plantea un riesgo político para el Gobierno del Presidente Xi Jinping, a medida que avanza el poderío y ascenso de China en el escenario mundial. Por ello, el Ministerio de Protección Ambiental envió un comunicado el miércoles pasado advirtiendo a que los Gobiernos locales “deben fortalecer los controles de contaminación para reducir las emisiones de CO2 y asegurarse de alcanzar los objetivos de mejora en la calidad del aire”.