La sostenibilidad: trabajo de todos. Por Fernando Vera – Miembro AASHE & Red Campus Sustentable

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Contamos historias que merecen crecer. Pensamos diferente y elegimos creer en las personas, comunidades y organizaciones, las grandes y las que están empezando ahora en la mesa de un café, pero que van a cambiar el mundo.
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Fernando Vera, EdD, Miembro profesional de AASHE & Red de Campus Sustentable

Convengamos en que la sostenibilidad puede significar cosas distintas para muchas personas. Lo primero que se nos podría ocurrir es relacionarla con medioambiente o con salvar el planeta. Pero, si exploramos un poco más este concepto, nos daremos cuenta que implica una forma de pensar más holística o ecológica, que integra las dimensiones ambiental, económica y social, en su conjunto. Desde esta perspectiva, concibo la sostenibilidad como un cambio paradigmático, con modificaciones transformacionales y radicales en nuestros modelos de pensamiento, que sencillamente desafían nuestras competencias cognitivas y no cognitivas, impulsándonos a la acción, sin distinciones de ninguna índole.

Entonces, como vemos, la sostenibilidad supera, con creces, la adopción de políticas medioambientales. De allí que uno de los mantras que más repito como académico, es que “la sostenibilidad es el trabajo de todos”, pues requiere que todos nos sumemos, actuando de manera más proactiva, con un liderazgo centrado en el respeto por los derechos humanos y orientado a resultados, en donde todos contamos. Tal vez, el cambio cognitivo más desafiante sea el llamado pensamiento holístico o ecológico, es decir, nuestra capacidad de comprender los sistemas humanos y naturales, que evolucionan de manera dinámica e interdependiente. Se trata de un cambio radical, que supone dejar de orientarnos al corto plazo, cambiar nuestros modelos mentales y liderar con el ejemplo para, de este modo, apalancar el cambio transformacional a largo plazo.

Sin embargo, los esfuerzos académicos para promover la sostenibilidad, desde un enfoque inter, multi o transdisciplinar colisionan frontalmente con el estilo de silo funcional, que aún observamos en pleno siglo XXI en la academia, al puro estilo de la modernidad del siglo XX, centrada en la especialización de disciplinas y en la compartimentalización del conocimiento, normas que, desafortunadamente, no será fácil erradicar. Tal es así que, en una oportunidad, cuando le comenté a un colega sobre mi deseo de investigar en sostenibilidad, me retroalimentó con un: “¿Para qué?, si tu tema es otro.” Aunque no era la retroalimentación que ciertamente buscaba, superé el incidente y seguí adelante, convenciéndome, cada vez más, que la sostenibilidad es el trabajo de todos y, por tanto, nadie puede quedarse atrás.

Para resumir, la sostenibilidad implica un cambio paradigmático: centralidad en las personas, resolución de problemas orientada a resultados, perspectiva a largo plazo y pensamiento holístico o ecológico, con un fuerte llamamiento a la acción. Estos nuevos enfoques cognitivos podrían sonar simples, pero son extremadamente difíciles de llevarlos a la práctica, ya que requieren un esquema de apoyo abierto de las organizaciones, planes de incentivos, cambios en los estilos de trabajo y una cultura de gobernanza compartida, más que reglas rígidas y burocráticas, que no nos permiten innovar, ni menos transformar. Sólo basta con mirar a nuestro alrededor. Además, la sostenibilidad demanda profesionales de todo tipo, que sepan trabajar en forma colaborativa y abierta, independientemente de su área disciplinar, ofreciéndonos a todos un nuevo potencial que nos mueve a crear una comunidad global de agentes de cambio para así responder activamente a los desafíos presentes y futuros de una sociedad en permanente desarrollo.

ECOLÓGICA

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