El liderazgo al interior de las compañías no sólo es determinante para alcanzar las métricas y cumplir con los planes que cada área o división tiene, sino también para generar el sentido de pertenencia que los colaboradores necesitan. Es aquí en donde el voluntariado corporativo, como una de las manifestaciones concretas de la sostenibilidad, cumple una función crucial, pues debemos entenderlo mucho más allá que una mera acción entre colegas en horas que reemplazan la jornada laboral diaria por realizar actividades de carácter social. Hoy, esta forma de hacer empresa debe ser parte central de una política y estrategia corporativa más robusta y articulada, con un líder que la conduzca hacia una forma única de ser y bajo una nueva forma de relación con las distintas comunidades.
Atrás quedaron los tiempos en los que el voluntariado corporativo era entendido como una simple manera de “compensar” el impacto que las empresas tienen en los diferentes entornos en los que están emplazadas. Hoy, junto con entregar soluciones a comunidades con diferentes grados de vulnerabilidad, las organizaciones han comprendido que estos programas son una oportunidad real para generar y fortalecer los lazos dentro de las mismas organizaciones y que, a través de un proceso de escucha activa, se puede levantar información de alto valor para inyectarle nuevos insights, corregir y seguir avanzando.
Pensemos, por ejemplo, en las inquietudes que un grupo de colaboradores puede manifestar a una tragedia de carácter natural que afecta a una comunidad en un lugar de nuestro país. Ante una situación de esta magnitud, la empresa debe tener canales adecuados y líderes reconocidos para que quienes tengan intenciones de colaborar a través de una acción de voluntariado corporativo, sean acogidos y la organización pueda ir en ayuda de quienes lo necesitan de forma rápida.
Esa flexibilidad de la empresa, traducida en una acción adicional a las que forman parte habitual del programa sostenibilidad, va a ser altamente valorada por los colaboradores y la comunidad, porque es un reflejo inequívoco de cómo funcionan los grupos humanos: espontáneos, movidos por las emociones y en este caso, con un fuerte foco en la solidaridad frente a la adversidad. Es ahí cuando el colaborador va a ser capaz de decir que le gusta trabajar en su empresa porque es escuchado y reconoce una capacidad de adaptación ante situaciones inesperadas. Y si somos capaces de leer entre líneas, también es un mensaje claro respecto de cuál es la sociedad a la que aspiramos: con personas comprometidas y que no se quedan indiferentes ante la necesidad.
Los líderes de todas las organizaciones tienen una gran oportunidad entre manos. El llamado es a ser capaces de instaurar o fortalecer esos espacios de confianza al interior de las compañías y que comprendan que una política de sostenibilidad no es simplemente el cumplimiento de un objetivo medible dentro de una planificación. Muy por el contrario, es una forma concreta de dejar una huella respecto de qué tipo de personas las componen y la visión del país que quieren construir. Tomar esa ruta y conducir a la empresa hacia ese lugar deseado es un desafío completamente alcanzable si integramos estas reflexiones de forma consciente.