Desde hace algunas semanas se vienen escuchando distintos planes y propuestas de candidatos que quieren llegar a sentarse en el sillón presidencial de nuestro país. Son variados los temas que se proponen como para soñar en grande y avanzar hacia el desarrollo, ya sea en ámbitos como transporte, economía y por supuesto, educación.
Es en este último punto donde radica una de las principales preocupaciones de los chilenos durante los últimos años, quienes a través de diversas manifestaciones ciudadanas, solicitan centrar en este punto mayores esfuerzos. Los motivos parecen estar claros: generar una mejor educación impactará directamente en el bienestar de las familias y en la generación de mayores oportunidades de desarrollo para nuestros jóvenes y niños. Esto es especialmente importante en las instancias educativas iniciales y en los segmentos más vulnerables, donde existen brechas más evidentes en cuanto a la calidad.
Según el Índice de Competitividad del Foro Económico Mundial, Chile ocupa el lugar 107 en cuanto a calidad de educación primaria, mientras que si nos referimos a las disciplinas de ciencias y matemáticas, el informe arroja que nuestro país se encuentra en la posición 108 del ranking. Esto, sin mencionar que cuatro de las 18 áreas en las que Chile se encuentra con bajos resultados, es justamente en el ámbito educativo.
Ante esto, existe un dato muy relevante que se debe tomar en cuenta si queremos lograr los estándares de otras naciones de la OCDE: Por ejemplo, si sólo fuéramos capaces de mejorar la calidad de la educación en matemáticas y llegar al puntaje PISA promedio de la OCDE en esta asignatura (490), podríamos agregar más de un punto porcentual al crecimiento del PIB, lo que refleja que apostar por la educación es la mejor inversión social que podemos hacer.
Alcanzar un punto más de crecimiento significa una gran diferencia en el PIB per cápita chileno (hoy en US$ 24.000), lo que podría mejorar de manera importante la calidad de vida que podemos entregar a nuestros ciudadanos.
Recientemente, Juan Bravo, economista del Centro Latinoamericano de Políticas Económicas y Sociales de la Pontificia Universidad Católica de Chile (Clapes UC), señaló que “si crecemos al 1% anual llegaremos a los US$47.000 (nivel de un país desarrollado) en 2084. Si crecemos al 2% será en 2050; si lo hacemos al 3% será en 2039 y si crecemos 5% al año, llegaremos a ese nivel en 2030”.
Con toda seguridad, alcanzar índices de un país desarrollado es una tarea ardua, que requiere del esfuerzo y colaboración de todos. Pero no nos engañemos y nos dejemos llevar por el entusiasmo de poner la “carreta delante de los bueyes”, como dice el refrán.
El único camino real y viable para llegar a esos niveles pasa inicialmente por entregar mejores oportunidades de aprendizaje y desarrollo a nuestros niños, y eso sólo es posible a partir de un marco político y social que ponga en el centro de la agenda la necesidad nivelar y mejorar la situación actual de la educación en Chile. Y esta es, sin duda, la primera tarea que debe convocarnos a todos.