En las últimas semanas, una noticia internacional nos muestra un escenario que merece detenernos para hacer una reflexión. Donald Trump, Presidente de una de las naciones que emite más gases de efecto invernadero a la atmósfera, firmó hace unas semanas, una orden ejecutiva para revertir gran parte de las políticas ambientales que se aplicaron durante el gobierno de su predecesor, Barack Obama.
Además, en varios de los países que son considerados en el grupo de los mayores contaminantes, estamos evidenciando el resurgimiento político del nacionalismo, por lo que el combate contra el cambio climático corre peligro de desaparecer de las agendas políticas.
Tal como describe un artículo publicado recientemente por Amanda Erickson en el periódico The Washington Post: ”Trump’s climate change shift is really about killing the international order”, la denegación del cambio climático es un elemento central de una agenda política nacionalista y populista, debido a que el combate del calentamiento global necesariamente requiere de la cooperación internacional, fortaleciendo el orden internacional y la toma de acuerdos.
Tal vez hoy día, justamente el miedo y la impotencia que surgen a causa de la complejidad de un mundo que nos demuestra con evidencias claras nuestra inevitable interconexión, está provocando este resurgimiento político del nacionalismo. En términos ambientales, nos vemos enfrentados a eventos climáticos extremos, inundaciones, episodios de contaminación, entre otros, que se producen como consecuencia de la acción conjunta entre países.
En términos económicos, la mayor expansión del comercio internacional desde inicios de la “primera ola de globalización” en el siglo 19, ha aumentado la incertidumbre y dificultad de predecir los efectos de eventos que se producen en países lejanos, tal como lo mostró recientemente la gran recesión del 2008. Y todo esto repercute en el ámbito social, a través de movimientos migratorios, que levantan nuevos desafíos para los países de destino.
Sin embargo, a pesar de los beneficios que la firma de la orden ejecutiva le pueda traer a Donald Trump en lo político y económico a corto plazo y de la fuerza que puedan cobrar los movimientos nacionalistas en los diferentes países, las consecuencias de los problemas y desafíos a los que nos vemos enfrentados hoy día, a causa del calentamiento global, tenderán a forzar la acción política en este ámbito, volviendo a poner el tema sobre la agenda y a fortalecer la inevitable cooperación internacional para enfrentar estos cambios.
Un sector que grafica claramente el por qué es imposible borrar el tema de la agenda política, es el sector agroalimentario. La producción agrícola requiere un suelo sano, agua limpia y un clima predecible. Estos tres factores de producción no dependen netamente de la acción nacional, sino que están sujetos y se ven impactados por eventos y acciones que se pueden producir incluso al otro lado del planeta.
Es por ello que, a mediano plazo los impactos que produce el calentamiento global y que no solamente conllevan fuertes impactos económicos para el sector, sino que atentan contra nuestra seguridad alimentaria mundial, no nos permitirán seguir negando la importancia de la cooperación internacional en este ámbito.
Tal vez en este nuevo capítulo de la historia humana, sea el cambio climático el factor determinante para frenar el resurgimiento del nacionalismo, fortaleciendo la institucionalidad internacional.