Cuándo ya han pasado varias semanas de los incendios forestales que afectaron nuestra zona centro sur, podemos ver como una nueva catástrofe se cierne entre sus habitantes, pero, a diferencia de la anterior, esta no se exhibe en los medios de comunicación, quedando en la mayoría de los casos en el más completo desamparo.
Hoy en día hay varias ONGs que están trabajando por la reconstrucción, entregando casas de emergencia mucho mejores que las antiguas mediaguas, preocupándose por la restitución de los enceres básicos perdidos y otros trabajos voluntarios para ayudar a la población, los animales y los ecosistemas de las zonas afectadas. Sin embargo, debemos reparar en otros temas que se vienen y que no son menores.
En estas zonas muchos de los afectados son pequeños productores que viven de la tierra, subsisten gracias a sus cultivos, sus animales, la recolección de frutos silvestres y los trabajos temporales, especialmente en el rubro forestal.
Los incendios no solo quemaron casas y bosques, también se quemaron los cultivos que son parte fundamental de la subsistencia de estas familias y, aquellos que no fueron arrasados por el fuego, han quedado impregnados con el humo a niveles tan altos que, en muchos casos, no pueden ser procesados, perdiendo uno de los ingresos más altos que tenían en el año. Lo que es peor, en el rubro vitivinícola y según datos de Australia (donde también se han dado incendios forestales que han afectado a viñas), la producción normal de uvas viníferas solo se podría restablecer completamente al cabo de 3 años. Los suelos, otrora fértiles y generosos, hoy están degradados por la acción del fuego y se deberá esperar un lapsus no menor para su normalización.
En el caso de la ganadería, a la pérdida de animales de todo tipo producto de las llamas se debe sumar la pérdida de las praderas naturales y, en la mayoría de los casos, del forraje almacenado para el invierno, por lo que esta temporada será especialmente dura para la ganadería de las zonas afectadas.
Estos mismos pequeños agricultores, en muchos casos destinaron, parte de sus predios para plantar bosques pensando que, a 20 años plazo, su cosecha constituiría la justa jubilación por tantos años de esforzado trabajo bajo el sol. Hoy esa jubilación se ha hecho humo y, aunque replanten, los beneficios ya no serán para ellos, sino para sus descendientes, condenándolos a una vejez de duro trabajo en el campo.
Por último, y no menos importante, un gran número de pobladoras trabajan en la temporada veraniega en la recolección de frutos silvestres, especialmente moras, cuyas plantas que abundan en nuestros campos, quedaron completamente incineradas, perdiéndose también ese importante ingreso familiar en el año.
En resumen, hoy cuando la emergencia ha disminuido, cuando la devastación de los incendios ya no es noticia en los medios y la ayuda solidaria de voluntarios decae rápidamente, esos pequeños productores afectados por el infierno, se sumergen progresivamente en una espiral de dificultades, viéndose muy difícil el panorama para el siguiente invierno. No caigamos en la desazón de los medios y mantengamos firme la bandera para seguir ayudando, de una forma o de otra, para que todas estas familias puedan sobrellevar este duro invierno que se avecina.