Desde pequeñas, nos educan más para cuidar que para construir, de modo que cuando iniciamos nuestro proyecto profesional, se le asocian habilidades innatas como la sensibilidad, la empatía, la paciencia o la vocación. ¿Por qué no convertimos estas habilidades en nuestra aportación de valor? Así comenzó mi sueño: abrir un centro de día para personas mayores en que cualquier etapa del envejecimiento pueda desarrollarse de forma plena y autónoma, personalizando la atención en función de las capacidades, los gustos y las preferencias de cada persona, y así mejorar su calidad de vida.
Tomé la decisión de crear mi propia empresa cuando contaba solo con 23 años. Trabajando como enfermera, había experimentado que a las organizaciones no les gustaban los cambios en absoluto y que preferían seguir con el “siempre se ha hecho así”. Los comienzos fueron muy duros: trabajaba trece horas al día en mi primer centro de día; no tenía conocimientos empresariales y tuve que aprender sobre la marcha.
Un golpe personal, la muerte de mi madre, me detuvo y me hizo reflexionar. ¿Estaba dando lo mejor de mí misma? ¿Soy feliz con lo que estoy haciendo? ¿Cómo equilibrar mi vida profesional con mi vida profesional? Y ahí empezó el cambio.
Comencé con un programa de desarrollo directivo para profesionalizar la empresa. Establecimos la visión, la misión y los valores, y empecé a delegar para poder trabajar para el futuro, y no solo para el presente. Y tuve un gran premio: ser madre.
Compaginar el trabajo con un bebé es muy difícil y quería buscar la perfección. Apenas dormía; seguía trabajando, porque quería conseguirlo todo… hasta que rompí. Busqué ayuda para lograr una buena organización y me permití ser más flexible conmigo misma.
Seguí formándome y trabajando para dar forma al modelo de atención que estábamos diseñando, y me vi sacudida por otro golpe personal: mi padre sufrió un ictus a los 60 años. Se vino a vivir con nosotros y había que ayudarle, pues tenía paralizado todo el lado derecho de su cuerpo. Comenzó en el centro de día y mi equipo se volcó por completo. De nuevo tuve que volver a conseguir una buena organización para que mi vida personal y mi vida profesional no se vieran perjudicadas. Tras unas sesiones de coaching, salí fortalecida y con las ideas más claras, y me saqué una certificación oficial de coaching para poder aplicarlo a mi vida. Y todo cambió.
Ahora mi trabajo consiste en sacar lo mejor de cada uno de los miembros de mi equipo, para afrontar un nuevo reto: abrir el primer centro multiservicios para gente mayor, que ofrezca una alternativa de alojamiento atractiva y acorde a la forma de vida de cada persona y con una visión positiva del envejecimiento: Saraiva Sénior.
A lo largo de estos doce años, me he encontrado con muchas barreras. El hecho de empezar tan joven daba inseguridad a las personas que atendía, pero ser mujer genera confianza en mi sector. Otra barrera a que me enfrenté como emprendedora con un objetivo social fue la de la implicación personal, ya que trabajando en primera línea, es decir, acabando una tarea y empezando otra continuamente, no te permite tener tiempo para reflexionar y pensar hacia dónde quieres ir y si esta es la mejor forma de hacer las cosas. Y menos aún aprender que tienes que dejar de hacer curas para poder dirigir una empresa.
Otras barreras son tu propio pensamiento; creer que no puedes hacer nada más; que te influyan los comentarios de personas que no conocen los esfuerzos y trabajos que haces cada día, y no saber ver el ejemplo que puedes proyectar.
Lo que sí he aprendido en estos años es que lo más importante en una empresa son las personas que la forman. Desarrollar las capacidades y la formación, y concretar las aptitudes precisas para la selección que buscas son algunas de las tareas en que hay que invertir más tiempo.
Entre los factores claves de éxito destacan el autoconocimiento y la perseverancia, así como aprender a desarrollar herramientas de inteligencia emocional y lograr un equilibrio emocional entre tu vida personal y tu vida profesional. La verdad que es muy complicado conseguirlo, pero no imposible.
Siempre buscamos la perfección en nuestro trabajo: cuando somos madres, esposas, amigas…, pero esta es una búsqueda errónea. La perfección no existe.
Conoce esta iniciativa y otros proyectos sociales que forman parte del ecosistema de mujeres emprendedoras sociales en España a través del estudio de “Mujeres con impacto“