Hace un par de días se realizó en Estados Unidos y en otros países del mundo una multitudinaria marcha, que congregó principalmente a mujeres en busca de defender la igualdad de género, la inclusión y las ansias de no seguir sintiéndose disminuidas en la sociedad.
Lo que nació como una manifestación a través de las redes sociales, se transformó en más de dos millones de mujeres coordinadas a nivel global para marchar por sus derechos y mayor equidad. Desde Washington y Nueva York, pasando por Boston y Chicago, la convocatoria se extendió a lugares tan distantes como Berlín, Sidney, Praga y Ciudad del Cabo.
Lo que ocurrió en estos lugares no es ajeno a lo que ocurre en nuestro país. Son este tipo de acontecimientos, los que nos ratifican que la figura de la mujer está cobrando cada día mayor fuerza y protagonismo.
Si nos situamos específicamente en el ámbito laboral, es claro que las mujeres representan aún una minoría. Si bien su participación en la fuerza de trabajo ha ido en aumento, datos del Instituto Nacional de Estadísticas ubican a Chile como el sexto país con menor participación laboral femenina entre los miembros de la OCDE, con una tasa inferior al 54% que promedian los países del bloque.
En la región el panorama tampoco es muy diferente. La tasa de participación laboral femenina en Latinoamérica es de alrededor de 60%, mientras que en Chile está situada en torno al 47%.
A partir de estos datos, existe un largo camino por recorrer en materia de inclusión laboral femenina. Y para ello, una de las herramientas más efectivas para el desarrollo socio-económico de las mujeres es empoderarlas a través del emprendimiento.
Apostar por el crecimiento de las emprendedoras no sólo es fundamental para consolidar el rol de la mujer en la sociedad, sino que es también una ruta que presenta múltiples beneficios y crecimiento para todos. Como explicó Luiza Carvalho, Directora Regional de ONU Mujeres para las Américas y el Caribe, “invertir en el empoderamiento económico de las mujeres contribuye directamente a cerrar la brecha de la desigualdad de género, la erradicación de la pobreza y el crecimiento económico inclusivo. Que las mujeres contribuyan a las economías de sus países, redunda claramente en el desarrollo humano de las sociedades y comunidades donde viven”.
El emprendimiento permite que las mujeres se auto inserten en el mundo laboral, generando empleos e impactando positivamente a su entorno, con una mejora sostenible en la calidad de vida familiar. Esto porque ellas cumplen un rol clave para que su entorno supere situaciones de vulnerabilidad. Con el desarrollo de nuevas habilidades y mejores ingresos, se logra una economía familiar más estable, que redunda en mejor alimentación, educación, vivienda y salud para los niños.
Frente a esta tarea pendiente, resulta clave trabajar conjuntamente desde el sector público, la sociedad civil y el mundo privado para generar las condiciones que permitan el desarrollo de más mujeres emprendedoras, con oportunidades de crecimiento que sean viables, que tengan continuidad en el tiempo y que generen un impacto real en las condiciones socioeconómicas de sus familias.