Generar una contención emocional hacia los damnificados, lograr la unidad ante el desastre y apoyar también a los equipos de respuesta, son parte de las recomendaciones para enfrentar las secuelas emocionales que puede generar esta emergencia.
Los incendios en la zona centro sur del país no sólo generan daños materiales y medioambientales, sino que además pueden traer repercusiones físicas y también psicológicas en la población afectada. Se trata de manifestaciones que se extenderán mientras dure el desastre y otras que aparecerán como secuelas en algunas personas, especialmente en aquellas que han vivido la tragedia desde más cerca.
Para el Jefe del Servicio de Psiquiatría y Psicología del Hospital del Trabajador, Rodrigo Gillibrand, hay que hacer frente a la emergencia dando cuenta de que muchas vivencias y reacciones que se pueden dar son normales y esperables por la magnitud de lo que está sucediendo. “Las pérdidas materiales, el trabajo de años y el sustento económico pueden verse tremendamente mermados en estos momentos, siendo probablemente difícil para algunas personas pensar ahora en el futuro”, advierte el especialista en psicotrauma. Sin embargo, es en estos momentos de crisis cuando surgen las capacidades individuales y de grupo para dar frente a las adversidades.
Cómo apoyar sin invadir
Existen diversas recomendaciones de organismos internacionales para hacer frente a una emergencia como la que está sucediendo en estos días. Entre ellas, el Dr. Gillibrand destaca la prestación de los denominados Primeros Auxilios Psicológicos a las personas que se han visto afectadas por esta experiencia y a los equipos de primera respuesta, como brigadistas, bomberos, carabineros, voluntarios u otros que también están expuestos a las vivencias traumáticas. Este tipo de intervención no es especializada, pero requiere una capacitación mínima para aplicarla; busca que la persona reciba un apoyo práctico, orientación, normalización de los sentimientos y sensaciones, junto a distintas técnicas para poder controlarlos.
Tanto en los albergues como en los centros de apoyo y también a nivel familiar, se debe tener especial cuidado con las personas más vulnerables, sobre todo niños y ancianos, intentando dar mayor soporte y evitando exponerlos a noticias e imágenes dramáticas de los incendios y sus consecuencias, ya que ello podría aumentar la angustia y el miedo.
Por otra parte, es importante poder conocer las necesidades básicas del afectado, orientarlo y conectarlo con las redes de apoyo disponibles. Asimismo, y sólo si él quiere, hay que dejarlo hablar de lo que está sucediendo, de sus sentimientos y emociones, sin forzarlo. “El que escucha debe estar conectado, prestando apoyo y contención y dando el espacio que la persona necesite; es decir, estar cerca para que sepa que se está disponible, pero no tanto como para invadirlo”, enfatiza el psiquiatra.
Con respecto al conjunto de afectados, el especialista asegura que ellos mismos son fundamentales para salir adelante. El psiquiatra indica que “los damnificados no son víctimas pasivas, son agentes activos en su recuperación; es importante que cuenten unos con otros, que logren compartir sus experiencias por fuertes que éstas sean para sanar y amortiguar el dolor que significa la pérdida del hogar, tierras y animales que en muchos casos eran la fuente de ingreso familiar”.
El estrés postraumático
Un evento de esta magnitud y duración puede causar una serie de sentimientos y emociones, junto con síntomas como ansiedad, temor, dificultades para estar tranquilo, insomnio, llanto, etc. El especialista en psicotrauma aclara que esto “no hay que considerarlo como un diagnóstico o una enfermedad, sino como una respuesta esperable, adaptativa y transitoria ante una situación que la persona no puede controlar y que cambia su rutina”, advierte Gillibrand.
Sin embargo, es fundamental observar si estos síntomas persisten después de un mes de ocurrido el evento o si se percibe como un problema severo e invalidante; recién en ese caso estaríamos frente a un cuadro de estrés postraumático, que requiere tratamiento psiquiátrico.
Los estudios de salud mental indican que cerca de un 15% de los afectados por una catástrofe podrían desarrollar síntomas que ameriten tratamiento especializado. Además del estrés postraumático, pueden aparecer cuadros de depresión, crisis de pánico o trastornos adaptativos.