La entrevista se desarrolla en una sala vidriada, estando a la vista de todos quienes circulan en el pasillo. Frente a la habitación hay un estante blanco con diferentes plantas. María Eliana Arntz, directora ejecutiva de fundación Casa de la Paz relata los inicios de la institución “nace en los años 80′ cuando el debate en el país y en el mundo sobre sostenibilidad iniciaba”.
El trabajo de Casa de la Paz se centra en el diálogo de comunidades, empresas y Estado, además de la educación ambiental para la ciudadanía. Esto forman pilares fundamentales para el desarrollo sostenible donde los actores trabajan de forma interdependiente con quienes los rodean.
¿Cómo definen una sociedad sostenible?
Es aquella que logra tener acuerdos significativos para su estrategia de desarrollo. Que tiene un modelo de desarrollo económicamente sostenible y no invasivo ambientalmente. Se tienen compromisos básicos colectivos como preservar zonas y destinar otras para la inversión, por ejemplo. También se tiene investigación sobre nuestro impacto, desde el pequeño agricultor a la gran empresa, generando estrategias para la disminución de estos.
¿Cómo se genera esa sostenibilidad en el trabajo que ustedes tienen con la empresa y comunidad?
Nos interesa que las empresas tengan un trabajo serio con la comunidad de largo plazo. Facilitamos el diálogo entre los actores tratando que sea lo más horizontal posible. Buscamos como primer desafío que las empresas tengan una mejor gestión de sus impactos ambientales y sociales; y que la comunidad le ilustre sobre puntos ciegos respecto al entorno ambiental o el impacto social que esos proyectos pueden tener. También forzamos a las empresas a que hagan esfuerzos significativos a bajar beneficios a escala local para que las oportunidades sean aprovechadas por las comunidades.
¿Cómo sortean el diálogo de las comunidades con las empresas?
Debido a la desconfianza en las persona y las instituciones, cada vez hay que generar nuevas reglas del juego para poder conversar. No puedes suponer que la gente se sentará a conversar sobre un determinado tema si no fijas cuales son las reglas que garanticen a las partes. Acá hay que discutir acerca de qué condiciones y cómo asegurar que la participación va a ser una discusión positiva y no se va a usar a las personas. Además hay que garantizar a las comunidades que tendrán la posibilidad de fiscalizar y monitorear todo aquello que se prometa y declare. Generar mayor información y transparencia de manera que eso permita que las personas participen.
En relación al Estado, ¿cómo es el trabajo de sostenibilidad?
Incidir en políticas públicas que vayan incorporando nuevos estándares en materia de desarrollo sostenible y participación ciudadana. Un ejemplo de ello es el trabajo que realizamos con el Ministerio de Energía para elaborar una guía de cómo generar un diálogo temprano con las comunidades en materia de proyectos energéticos. También participamos en comisiones involucrándonos en el sector público.
¿Cómo ven al Estado en materia de sostenibilidad?
El Estado está en una situación de parálisis. El costo que tienen para innovar y cambiar es extremadamente lento. La sociedad está cambiando y el Estado va a la retaguardia. Han habido excepciones como el Ministerio de Energía con una gestión impulsada por un ministro y un equipo que logró romper un poco esta inercia. Pero vemos que esa situación no es la misma que vemos en otros sectores productivos.
Nos preocupa que un ministerio vaya avanzando y otros estén quedando rezagados porque para las comunidades el Estado es uno solo. Hoy el Estado es un actor ausente en relación a la participación ciudadana y cómo se incorpora en la estrategia de desarrollo local. Es importante que las comunidades no dependan de las empresas y el Estado debe tener un rol más activo.
La comisión de diputados acusó al Ministerio del Medio Ambiente de no fiscalizar ¿Cree que es uno de los problemas a nivel general?
Creo que la fiscalización es muy relevante. La superintendencia tiene un rol y hay que ampliarle las facultades y las capacidades. Me preocupa que nos pongamos de acuerdo en qué queremos preservar y que los propios actores se autoregulen, sé que es ingenuo decirlo. El Estado puede crecer infinitamente en todo lo que deba fiscalizar, pero si una empresa presenta su estudio de impacto ambiental y dice que reducirá al máximo sus impactos, lo que uno espera es que esa empresa cumpla, que tenga una actitud pro activa. Eso nos falta. Eso construye confianza.
¿Qué haría falta para que eso suceda?
A lo mejor se necesitan penas más altas, que quien rompe lo que prometió tenga las penas del infierno. No puede ser más barato romper lo prometido que pagar la multa. Progresivamente han aumentado las sanciones, al principio eran irrisorios. Los costos por no cumplir eran mucho más bajo de lo que se ahorraban contaminando. Lo más importante es el cambio de conducta, la convicción de preservar el ecosistema. Si tengo una empresa o una comunidad indolente, esto no va a avanzar.
¿Cómo se llega a esa convicción?
En el sistema productivo hay que cambiar los incentivos. El incentivo mayor es el negocio, pero hoy hay otras variables que son relevantes: estrategia de sostenibilidad y su relación con la comunidad. Es importante como la empresa se instala en el territorio y construye políticas de buen vecino.
Los fondos de inversiones a nivel planetario están cada vez más preocupados de que los proyectos sean coherentes con los derechos humanos, con las políticas de equidad de género, que no violen los derechos de los trabajadores y que estén preocupados de la relación con las comunidades y el impacto ambiental. Cada vez hay variables más complejas, aunque los números siguen siendo importantes.
¿Qué hace falta para ser una sociedad sostenible?
Los primero es generar conciencia de la necesidad de cambiar. Se aplica a todos: Estado, comunidad, empresa. Nuestra preocupación es que los actores entiendan que son sujetos de cambio y que su contribución es significativa. Además de entender que tus intereses están en juego con los intereses de otros; que son legítimos. Tenemos que aprender como sociedad a conciliar intereses que son diversos.
Por eso nos involucramos tanto en el tema de participación ciudadana, porque nos damos cuenta que hay un individualismo muy fuerte. Las personas quieren que se resuelvan sus problemas y no son capaces de ponerse en el lugar de otros, de entender los intereses y necesidades del otro, y tratar de buscar soluciones creativas para que ninguna de las partes pierda. Ahí está la esencia del desarrollo sostenible futuro.