Se está tomando conciencia sobre los efectos negativos que el sistema de producción y consumo está generando a nivel mundial. Diversas organizaciones privadas y gubernamentales discuten e idean planes para cambiar la cultura desechable del país.
En Chile se están elaborando propuestas y poniendo en práctica modelos y leyes que tienen como fin disminuir los residuos generados por empresas y personas, es decir, generar un cambio cultural en la población para minimizar el impacto medioambiental. “Nuestro desarrollo trae basura”, manifiesta Verónica de la Cerda, gerente General de TriCiclos, y ese es el eje que se busca suprimir hoy.
No se trata de mitigar el impacto medioambiental a futuro, sino de generar un cambio desde ahora. Se estima que la población mundial crece a una tasa de 2,4 personas por segundo. Hoy para mantener una calidad de vida se requieren de muchos productos que tanto en su producción como luego de su vida útil genera contaminación al ambiente.
La complejidad de los materiales que son utilizados para diversos productos y fines (embases pasta de dientes, yogurt, cajas tetra pack, botellas para detergentes, recipientes de plásticos, etc.) genera residuos que muchas veces son difíciles de reciclar. De la Cerda sostiene “el modelo económico lineal genera basura considerable y no tenemos qué hacer con ella”.
Distintas empresas y organizaciones trabajan en posicionar un nuevo modelo de producción: economía circular, cuyo fin es que los productos biodegradables vuelvan a la naturaleza, mientras que los técnicos son reutilizados las veces necesarias para que no se acumulen como los desechos de hoy.
El total de residuos en Chile, según Andreas Elmenhorst, gerente de la consultora ECO.ING, el 48% corresponde a plástico, un 11% a papel y el 10% cartón. Sin embargo, no hay un conocimiento mayor sobre cómo reciclar estos distintos materiales, pero la Ley Responsabilidad Extendida del Productor (Ley REP) apunta a ese cambio.
Sin embargo, hay impactos medioambientales a considerar. “Uno de los principales desafíos de la Ley REP y que puede generar grandes costos y contaminación asociada, es el transporte de los residuos, ya que la mayoría de las empresas recicladoras se encuentran en Santiago y por ende habría que buscar una manera de palear esta situación”, argumenta Elmenhorst.
En la misma línea, Manuel Ramos, gerente de Desarrollo de Negocios Reclay, expone “una manera de evitar el costo de traslado de desechos es analizar qué tipo de materiales se genera por región y de ahí instalar plantas de reciclajes que eviten el traslado a larga distancia”.
Para esta ley, se ha establecido una pirámide jerárquica para trabajar. Los puntos son: Prevenir generación de residuos, preparación para la reutilización, reciclaje, valorización energética y economía circular (que las materias se mantengan en el ciclo de vida del producto). Claudia Guerrero, profesional de la Oficina de Residuos y Riesgo Ambiental, recalca “no queremos ser los reyes de la escoba. No basta con reciclar, hay que disminuir la generación de desechos”.
Por último, otros de los cambios fundamentales para el éxito de una política de reciclaje está en la educación sobre reciclaje a los ciudadanos. “La gente no sabe cómo reciclar los productos, juntan distintos tipos de plásticos y no eliminan los residuos de los recipientes”, acusan desde el CENEM. Cuestión que va de la mano con las palabras de Ramos “sin participación ciudadana no cerramos el círculo”. El compromiso de la comunidad es clave para disminuir los desechos. El cambio de hábito en relación a cómo consumimos productos y nos deshacemos de ellos es un pilar para el cambio.
Ley REP