Por: Rodrigo Guendelman, periodista, fundador de @Santiagoadicto
Hubo un tiempo en que la RSE era la forma de quedar con la conciencia tranquila. Pero eso es pasado. Hoy existe un paradigma nuevo, donde la conciencia social y ambiental se transforma en la esencia de la compañía. Se trata de las empresas B o B-Corporation, que nacieron a raíz de un fallo judicial que obligó a uno de los dueños de la heladería Ben & Jerry’s a vender la empresa a Unilever.
El emprendedor no aceptó la propuesta de la multinacional, pues quería seguir manteniendo su independencia para que la empresa fuera “sostenible, responsable con la comunidad, y amigable con los trabajadores”, explica un artículo del diario La Tercera. Pero primó la maximización de beneficios de los accionistas de la empresa y un tribunal obligó a los fundadores originales a aceptar la oferta. Esa experiencia llevó a que los estadounidenses Bart Houlahan y Jay Coen desarrollaran un nuevo modelo de compañía: uno que sirviera para certificar a las mejores empresas para el planeta, es decir, que combinan lucro con la responsabilidad social y medioambiental.
En el mundo hay más de 1800, de las cuales destacan por su tamaño nombres como Patagonia y Natura. En Chile ya son más de 80, pero, adivine qué, las medianas y grandes brillan por su ausencia. ¿Será por desconocimiento? ¿Por falta de interés? ¿O por falta de agallas? Si tuviera que elegir una sola de las opciones, diría que el problema está en los cojones. Me explico. Una empresa que tiene el coraje de ser B está dispuesta a mostrarse vulnerable. Y eso, especialmente en América Latina, nos cuesta de sobremanera a los hombres, aún los principales responsables de las medianas y grandes empresas de esta parte del mundo. Si desnudar nuestra vulnerabilidad personal es todo un tema por acá (dígame cuántos tomadores decisiones conoce que vayan a terapia), llevar eso al plano de la empresa es similar.
Ser B significa asumir públicamente que genero impactos negativos, pero que estoy dispuesto a mejorar. Ser B implica tomar un compromiso, uno que implica sacarse una radiografía de cómo está mi empresa, compartirlo con mi equipo, reconocer que no estoy tan bien en algunas dimensiones y decidirnos a mejorar. O sea, agachar el lomo, exponerse y compartir información con el equipo.
Ser B requiere de accionistas absolutamente comprometidos, que estén dispuestos a cambiar los estatutos de su compañía. Y, finalmente, ser B requiere mucho más que mejorar las prácticas: el verdadero desafío es cómo redefinir el sentido del éxito en mi modelo de negocio, cómo crear productos o servicios que generen beneficios reales para la sociedad y el medioambiente. Y eso es sinónimo de innovación, tal vez la palabra a la que más le temen muchos empresarios en Chile.
Si quiere saber más del tema, navegue por la web de www.sistemab.org, entérese de los tremendos beneficios que significa transformarse o nacer como empresa B y, cuando el problema deje ser la desinformación o la apatía, juéguesela. Sus hijos, su país y su planeta se lo agradecerán.