En columnas anteriores hemos analizado el problema de la distribución de la riqueza y de cómo esta quedaba en unos pocos privilegiados sin llegar a la gran masa de la población. Veíamos que modelos como el Comercio Justo, Empresas B y otros similares tratan de mejorar la situación de las partes de la sociedad que son menos favorecidas dentro del sistema capitalista. Pero ¿Qué más se puede hacer?, ¿Debemos resignarnos a seguir nadando contra la corriente por separado?, creo que no necesariamente debiera ser así.
Los modelos de participación e inclusión siempre se conjugan en plural, en otras palabras, “La Unión Hace a la Fuerza”. Solos nunca lograremos salir ni avanzar del punto en el que nos encontramos, debemos unir fuerzas con otros entes que tengan intereses similares a los nuestros para trabajar mancomunadamente, codo a codo por el bien común y el de nuestras generaciones futuras.
En el ámbito de la producción vinífera, esto se manifiesta claramente cuando un productor de muy pocas hectáreas trata de vender su uva a un centro productivo. Generalmente les es muy difícil y consiguen precios impuestos que, en la mayoría de los casos, no reflejan el esfuerzo y dedicación que el cultivar la tierra implica. Por esto cobra importancia juntarse con otros agricultores y generar un nivel de masa crítica o volumen que les permita negociar, que los convierta en un actor importante en el mercado y que le dé mayor fuerza a sus demandas.
Lo anteriormente expresado no es fácil de hacer, en especial si consideramos que desde pequeños nos han enseñado a competir, por ser el mejor del curso, por tener los mejores rendimientos deportivos, por llegar a tener la mejor profesión, el mejor auto o casa, sin embargo, no competimos por ser el mejor Ser Humano. La desconfianza nos inunda, siempre creemos que el otro busca ganar a costa nuestra y no somos capaces de creer en la buena voluntad de los demás.
Es importante el asociarse con otros que tengan los mismos objetivos y valores que uno, el trabajar en comunidad, el conocerse con el vecino, el hablar idiomas comunes, el ponerse en sintonía con los demás. Solo así podremos poner al Ser Humano en el centro de la economía y de la vida, siendo razón primera y última de los esfuerzos comunes.
A propósito es importante recordar la frase acuñada por el gran Mahatma Gandhi, “Si quieres cambiar el mundo, parte por cambiarte a ti mismo”.
La asociatividad como fórmula para salir de la pobreza