Por Marianela Galleguillos, docente de Ingeniería en Medio Ambiente de la Escuela de Recursos Naturales en Duoc UC sede Puente Alto.
Cuando pensamos en el medio ambiente, tendemos a visualizarlo como agua, aire, suelo, flora y fauna. El ser humano, su sociedad y las múltiples complejidades que surgen de nuestras relaciones como grupo (por insólito que parezca), constituyen la variable olvidada del medio ambiente. Pensamos en el todo lo que nos rodea, pero sin incluirnos como parte de ello.
Existen factores intangibles que surgen a raíz de propiedades emergentes de los grupos humanos, tales como la existencia de tradiciones, ritos, lenguajes, relaciones de comunicación y expresiones artísticas. Ellos han sido escasamente incorporados en la gestión de los impactos ambientales de los proyectos y en el quehacer de largo plazo de las organizaciones. Nos hemos concentrado en el patrimonio natural y hemos perdido de vista nuestra propia interacción con el medio.
El actual -y ya no tan nuevo- Reglamento del Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental, recoge en gran parte esta mirada socioambiental. Entre otras medidas, incorpora como exigencia la descripción más exhaustiva de los factores sociales para las líneas de base, dejando atrás la antigua descripción de datos censales, para integrar factores como manifestaciones locales, valores, cultura, patrimonio intangible, modos de vida, formas de organización social, flujos de comunicación, entre muchos otros.
El desafío entonces radica en aplicar estas herramientas en una valoración que considere el medio ambiente en su totalidad, con sus diversas complejidades actuales y futuras, donde el ser humano sea contado como una variable compleja, activa, en constante movimiento y transformación. El desafío está en los acuerdos, en la creación de sinergias de comunicación, en las voluntades mutuas, en el entendimiento de las organizaciones y empresas como actores interactivos y transformadores de los grupos humanos.
Muchas organizaciones suscritas a la Responsabilidad Social Empresarial, ya han optado por este camino, algunas incluso desde hace varios años, a lo largo de los cuales han venido desarrollando e incorporando prácticas de vinculación exitosas con sus comunidades y grupos de interés. Sin embargo, aún representan un bajo porcentaje en el global de empresas.
Por eso, hoy más que nunca, debemos enfocarnos en la integridad del medio ambiente, mirar el panorama complejo de las relaciones entre el ser humano y su entorno, considerar la multiculturalidad y gestionar los impactos ambientales desde una perspectiva socioambiental, incorporándolos al quehacer diario de las organizaciones.
Es un desafío complejo, sin duda, pues implica ampliar los razonamientos más allá del simple análisis cuantitativo. Debemos salir a terreno, relacionarnos con los actores, vincularnos anticipadamente, involucrar a las comunidades y, junto a ellas, identificar sus valores sociales, culturales y patrimonio tangible e intangible. El hecho de reconocer que es parte innegable de nuestra naturaleza social el transformar y ser transformados, nos hará cambiar el concepto de “todo lo que nos rodea”, para vernos como actores del medio ambiente, lo cual resulta ser el verdadero sentido y desafío de la mirada socioambiental.