Hace unos años, cuando el país disfrutaba de precios del cobre sobre US$3 la libra y llegaba una avalancha de inversión a la minería, los otros sectores exportadores no pasaban un buen momento: la abundancia de divisas mantenía el tipo de cambio muy bajo y el aumento real de las remuneraciones debido a la fuerte demanda, principalmente del sector minero, ponía en jaque sus estructuras de costos. Se hablaba de que el país estaba afectado por la “enfermedad holandesa”, perdiendo competitividad en sus sectores exportadores no mineros. En circunstancias como aquellas, de abundantes exportaciones mineras, generar más divisas no parecía ser un tema.
Pero las cosas han cambiado radicalmente. La fuerte baja del cobre, hoy en el rango de los US$2 la libra, sumada a la caída del flujo de capitales a países en desarrollo como el nuestro, nos han recordado la necesidad de generar divisas para poder mantener nuestras cuentas equilibradas. Es así como retoman protagonismo los otros sectores exportadores, y vuelve al tapete el valor estratégico de tener exportaciones diversificadas para no ser tan dependientes del cobre.
El sector forestal exportó el 2014 algo más de 6 mil millones de dólares y el 2015 contrajo sus retornos en un 10%, menos que el país en su conjunto. Es el primer sector exportador sobre bases renovables, con casi un 9% del total. Pero además, genera en forma directa e indirecta 300 mil empleos y tiene un efecto multiplicador de los más altos de la economía, superando al comercio y la construcción, con fuertes encadenamientos productivos hacia otros sectores. Los bosques en los que se basa capturan un 20% de las emisiones de carbono del país y hacen un aporte invaluable a controlar la erosión.
El sector compite en mercados internacionales con productos que requieren altas economías de escala, como la celulosa. Esto significa tener instalaciones de gran tamaño, que para ser abastecidas con un mínimo uso de tierra necesitan de bosques de alto rendimiento, para producir más con menos. Los productores de menor tamaño no pueden competir con éxito en estos grandes mercados de commodities, pero sí pueden tener ventajas en productos de especialidad y diversificados.
Pese a algunas miradas que imaginan un sector forestal ideal formado sólo por pequeños productores, el país necesita en dicho sector empresas de todos los tamaños para poder competir eficaz y eficientemente, y ser una alternativa complementaria a la minería. Es necesario fortalecer las capacidades tecnológicas de nuestras Pymes y apoyarlas para asociarse y encontrar mercados de nicho que les sean rentables; y no parece sensato bloquear iniciativas legales que permitirían fortalecer su abastecimiento de materia prima en el largo plazo, limitando además las posibilidades de los pequeños forestadores.
Por otra parte, tampoco parece conducente crear un clima adverso hacia los grandes proyectos o empresas industriales endosándoles todo tipo de problemas reales o imaginarios, sin ver aspectos positivos como competitividad y empleo para el país, fortalecimiento regional, transferencia tecnológica, o manejo de sus bosques con certificaciones de clase mundial.
De algún modo, la caída en los precios del cobre nos llama al realismo. Aprovechemos esto para generar fructíferas acciones de colaboración público privada, que incluyan búsqueda de complementariedades entre empresas de distintos tamaños. Dejemos atrás discusiones anacrónicas paralizantes y pongamos el foco en la paz y prosperidad que queremos para el futuro de nuestros hijos y nietos.
Cobre y Sector Forestal. Por Fernando Raga, Presidente de CORMA