Bosque nativo aumentó en más de 126 mil hectáreas en últimos cinco años en el país

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Manuel Rodríguez CONAFAsí lo afirma Manuel Rodríguez Meneses, Gerente de Desarrollo y Fomento Forestal de CONAF, quien sostiene que “la deforestación en Chile es una materia que se está controlando cada vez más”.
Desde la década del 90 Chile cuenta con mapas que revelan el uso que se le da a sus bosques, describiendo su estructura, cobertura, clases de altura y especies dominantes. En un comienzo este registro periódico se efectuaba utilizando fotografías aéreas e intensas campañas de terreno. Sin embargo, gracias al avance de la tecnología, hoy se realizan por medio de imágenes satelitales que la Corporación Nacional Forestal (CONAF) complementa con trabajo en terreno dándole la sintonía fina que un trabajo de esta envergadura requiere.
El procesamiento y análisis de esos datos a nivel nacional los realiza CONAF, a través de la Gerencia de Desarrollo y Fomento Forestal de esta Corporación, a cargo del ingeniero forestal, Manuel Rodríguez Meneses.

El profesional, ligado a CONAF desde hace varias décadas, comenta que la deforestación de los bosques nativos de Chile comprende un proceso que se inició con la colonización. “Era común que los españoles quemaran los bosques para habilitar tierras agrícolas y de pastoreo, bajo la percepción de que los recursos forestales eran inagotables. Por ello, a medida que se colonizaba, extensas superficies de trigo reemplazaban el bosque nativo”, asegura.


Dicha habilitación agrícola de tierras no aptas para la agricultura en sectores con altas pendientes en la cordillera de la Costa y precordillera andina, sumada a la aplicación de prácticas agrícolas inadecuadas y el sobrepastoreo, significó que extensas áreas sufrieran un rápido proceso de erosión y degradación de los suelos, además de pérdidas importantes de bosque nativo. Sin embargo, la mayor deforestación se produce a partir de 1848, año en que comienza la exportación de trigo, para lo cual se habilitan y desforestan extensas zonas cubiertas con bosque, ubicados principalmente en la cordillera de la Costa y valle Central de las regiones del Biobío, La Araucanía y Los Lagos.
Los ‘90 fueron la última época marcada por la pérdida de la floresta, ya que de acuerdo al Catastro de Bosque Nativo y Uso del suelo/tierra que realiza la Corporación, durante ese periodo se perdieron del orden de 20.000 hectáreas (ha) al año, seguido por una tasa de deforestación de 0,04% entre los años 2000 y 2015.
¿Qué cambió? “Se puede atribuir a mejores prácticas de manejo, a los mayores recursos y esfuerzos destinados a la fiscalización y a las actividades de fomento al manejo de bosques que efectúa CONAF, especialmente dirigido a pequeños y medianos propietarios de bosques”, explica. A ello se suman las prohibiciones de tala y corte que establece la Ley N°20.283 sobre Recuperación de Bosque Nativo y Fomento Forestal, que ha regulado la actividad.
Sin embargo, uno de los factores de mayor incidencia lo ejercen las plantaciones forestales. “Han tenido un importante impacto en detener la deforestación en el país, disminuyendo la presión sobre el bosque nativo al sustituir los productos madereros que se obtenían tradicionalmente de ellos”, explicó el ejecutivo.
Panorama actual
Gracias a este conjunto de elementos e iniciativas, los principales causantes de pérdidas de bosque nativo se redujeron a incendios forestales y catástrofes naturales, tales como erupciones volcánicas, así como a prácticas de cosecha insustentables, de acuerdo a la información proporcionada por el Departamento de Monitoreo de Ecosistemas Forestales.
“La Corporación está realizando todos los esfuerzos para disminuir la tasa de deforestación, pese a que los incendios forestales, así como catástrofes naturales son un factor importante a considerar cuando se trata de pérdida de bosques”, afirmó el ejecutivo.
Es así como durante los últimos cinco años se registró un aumento del bosque nativo de 126.997,4 hectáreas. A juicio de Rodríguez, esta cifra “permite señalar que la deforestación en Chile es una materia que se está controlando cada vez más, lo que se explica por el rol activo de la institucionalidad. Por lo tanto, el mantener la cobertura forestal asociada a bosque nativo, es un hecho que muestra que la Ley N°20.283 (de bosque nativo) es efectiva en términos de la regulación del recurso forestal nativo”.
De este modo, en la actualidad los bosques del país suman una superficie de 17,5 millones de hectáreas, que representan el 23% del territorio nacional. De ese total, aproximadamente 14,3 millones de hectáreas (19% del país) corresponde a bosque nativo; 3,0 millones de hectáreas (4% de Chile) a plantaciones forestales, y 0,2 millones de ha. a bosques mixtos. Cabe destacar, que de la superficie total de bosque nativo, 3.711.114 hectáreas (26%) se encuentran resguardadas por el Sistema Nacional de Áreas Protegidas del Estado (SNASPE).
El rol de la Ley de Fomento Forestal
Durante los últimos 43 años las plantaciones forestales con fines industriales crecieron desde alrededor de 350.000 hectáreas en 1970, a casi 2,96 millones de hectáreas en 2013 (información proveniente del Catastro actualizado de CONAF). Según el análisis del Gerente de Desarrollo y Fomento Forestal de CONAF, un rol importante en este incremento ha tenido la legislación en esta materia, Decreto Ley N°701.
El cuerpo legal, que data desde 1974, fue modificado en el año 1998, incorporando restricciones ambientales a la sustitución directa de bosque nativo por plantaciones forestales, tras lo cual el instrumento de incentivo se focalizó en pequeños propietarios y tierras ambientalmente frágiles. Complementariamente, se incluyeron subsidios a la forestación con especies nativas cuyo monto duplica el que se entrega a las especies introducidas, una suma de factores que Rodríguez considera de alta relevancia. “Se puede decir que dicha modificación fue un avance importante hacia la protección de bosque nativo e incentivo a la producción con especies nativas”, señaló.
Y es que esta ley obliga a la presentación de un plan de manejo, instrumento que regula el uso y aprovechamiento racional de los recursos naturales renovables de un terreno determinado con el fin de obtener el máximo beneficio de ellos, asegurando al mismo tiempo la conservación, mejoramiento y acrecentamiento de dichos recursos y su ecosistema. Por lo anterior, cualquier tala, explotación o intervención, se encuentra resguardada por un instrumento normativo.
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