Políticas activas de las empresas contra la corrupción vía @ESADEisocial Por: Ignasi Carreras, director del Instituto de Innovación Social de Esade.
No atinamos del todo cuando asociamos el problema de la corrupción únicamente con la política y la llamada clase política. De hecho, casi todos incidimos de algún modo en esta lacra que campa a sus anchas por todo el territorio español y erosiona nuestro sistema político, económico y social.
Si bien es verdad que son relativamente pocas las personas u organizaciones que de forma sistemática forman parte del entramado de la corrupción, también cabe reconocer que son algunas más las que indirectamente tienen relación con ella y se benefician de ella. Si realmente queremos erradicar la corrupción, nuestro gran reto como sociedad está en esa mayoría de la población que hasta el momento no se ha distinguido por su determinación para combatirla.
Así ha quedado demostrado en las pasadas elecciones municipales, autonómicas y generales en las que los candidatos con causas judiciales abiertas por corrupción, y las listas electorales por las que se han presentado, no se han visto penalizados en las urnas. No estoy afirmando que a los ciudadanos no nos preocupe la corrupción. La rechazamos y nos quejamos de ella, pero hasta ahora no ha sido un factor importante para decidir nuestro voto.
Parece que esto va a cambiar en este año 2015 con tantas citas electorales. Los partidos van a percibir que un número creciente de ciudadanos, independientemente del partido al que voten, están dispuestos a excluir de sus opciones cualquier lista electoral en la que haya candidatos imputados por la justicia. Esta actitud representará un paso importante para cambiar la situación.
A los directivos de nuestras empresas les corresponde otro paso fundamental. Según un estudio dela consultora Ernst and Young, un 90% de los ejecutivos españoles está de acuerdo en que los sobornos y las prácticas corruptas son justificables para ganar un contrato o negocio. En el conjunto de Europa el porcentaje es inferior -50%- , aunque la cifra no ha disminuido desde que se realizó la encuesta anterior, hace dos años. La situación de crisis económica, y la encarnizada competición que genera, no ayuda a que las empresas hagan avances en este ámbito.
Esta actitud de tolerancia hacia prácticas corruptas como los sobornos en forma de aportaciones en efectivo, regalos o servicios personales para conquistar a los clientes y de esta forma alcanzar los objetivos empresariales no es un rasgo exclusivo de los altos cargos. Según el mencionado estudio, un 82% de los empleados españoles justifica este tipo de actuaciones no éticas, siendo en este caso un 62% el resultado a nivel europeo.
Cualquier empresa que quiera ser socialmente responsable ha de tener una política anticorrupción, darla a conocer de forma clara a sus empleados y actuar con contundencia con aquellos que no la cumplan. Algunas empresas, aún muy pocas, comunican en sus memorias de RSE los despidos realizados por prácticas de corrupción. Es un primer síntoma, alentador aunque sea minoritario, de que empiezan a tomar en serio esta cuestión y de que las cosas pueden cambiar.
Para que una empresa tenga una política activa de lucha contra la corrupción ha de disponer, por lo menos, de estos cinco elementos:
- Creación de la figura del compliance officer, responsable de vigilar la adecuación de las prácticas de la empresa a la legalidad en cualquier parte del mundo donde opere directa o indirectamente.
- Aprobación de un código ético que incluya de forma clara y detallada su voluntad de luchar contra la corrupción y los criterios y prácticas de los que se dota para conseguirlo. Aprobación por parte de la alta dirección.
- Diseño e implementación de herramientas formación para el personal sobre la temática de la corrupción y las prácticas para combatirla y mecanismos de denuncia anónima.
- Aplicación de las medidas anticorrupción en toda la cadena de valor con apoyo y supervisión de, especialmente, los proveedores.
- Programa control de cumplimiento y mecanismos de transparencia y rendición de resultados. Seguramente el punto más importante para que todo lo anterior no se quede en buenas voluntades sin resultados efectivos para evitar y/o erradicar la corrupción.