En una esquina del bajo Manhattan, diagonal a una de las Torres que colapsaron en 2011, permanece desde 1766 la pequeña capilla Sant Paul. En su interior las paredes están cubiertas con banderas, mensajes y dibujos de personas de todo el mundo que intentaron contener y levantar el ánimo de quienes trabajaron 7 x 24 durante meses, tratando de remover escombros, buscar sobrevivientes, apagando las cenizas y despejando lo que quedó para borrar en algo la imagen marcada luego del 11S.
Del colapso de las Torres Gemelas hay información de sobra. La capilla de Sant Paul, vecina silenciosa de la tragedia, quedó para contar la historia de uno de los movimientos civiles más poderosos que se organizó entorno a quienes tuvieron que enfrentar la remoción de lo que dejó el ataque.
Los siglos de celebraciones y ritos religiosos del lugar dieron paso a que desde la noche del 11 de septiembre la capilla se transformara en sitio de descanso y recuperación para bomberos y personal especial que regresaba devastado después de horas de trabajo en lo que se conoció como la Zona Zero. En paralelo y por 8 meses seguidos, cientos de voluntarios se ofrecieron para servir comidas, preparar los lugares de descanso, limpiar o hacer música para hacer más llevadera la tarea.
No se trató de un servicio religioso, creyentes o no se unieron a esta causa. Músicos, masajistas, quiroprácticos, psicólogos y cocineros fueros algunos de los que voluntariamente trabajaron a la par de quienes limpiaban la tragedia vecina.
Sant Paul Chapel es uno de los tantos símbolos silenciosos y tangibles del trabajo voluntario. Allí dio su discurso de despedida el ex alcalde Guiliani al terminar su periodo de gobierno el 27 de diciembre de 2001.
Más allá del recuerdo de la destrucción, es una imagen que muestra el poder detrás de la voluntad de cientos de personas que se unieron porque estaban conscientes de que tenían mucho para aportar ante esa situación y que hoy sin duda aceptarían que esa experiencia de servicio los enriqueció y transformó.
Voluntariado, para qué?
La historia del voluntariado que se armó en torno a quienes trabajaron luego de los ataques del 11 de septiembre es un ejemplo puntual que partió de la organización de unas personas en torno a un interés común, actuar concretamente frente a un hecho que logró movilizarlos, más allá de ser testigos externos a través de las noticias.
Al margen de que este tipo de iniciativas de voluntariado cívico o social son muy comunes, en el último tiempo el voluntariado se ha insertado en el lenguaje de muchas empresas que orientan esta dinámica entorno a un eje que les permite acercarse a los intereses de sus colaboradores y a la vez encausar y potenciar todo esto como modelo de desarrollo de capacidades e identidad corporativa.
Las razones detrás del voluntariado empresarial
Esta historia nos recuerda lo importante de trabajar y educar continuamente para hacer de la sustentabilidad una prioridad en las personas y mantener la importancia de la responsabilidad personal en todos los ámbitos. Aunque hay posiciones críticas sobre lo que se conoce como voluntariado corporativo, lo cierto es que en esencia sigue siendo una práctica que en lugar de restar multiplica el potencial de quienes deciden hacer parte de este tipo de proyectos y permite que la visión individualista sea reemplazada por el pensamiento colectivo y la sensibilidad frente a realidades distintas a las del día a día de ejecutivos o trabajadores de una empresa.
El instituto de Estudios Laborales de ESADE en España revela que un 92% de los colaboradores que desarrollan actividades de voluntariado mejoran su rendimiento en el entorno profesional y un 87% de ellos aumentan las competencias de trabajo en equipo.
Al margen de las motivaciones o indicadores que podrían obtenerse, si la mirada genuina que se repite a partir de los desafíos sociales que vivimos es que hay mucho por hacer para frenar los desequilibrios actuales, el voluntariado social o corporativo es claramente una respuesta concreta que cuestiona la posición de presenciar los hechos sin involucrarse o esperando que otros lo hagan.
Es además una herramienta de transformación individual tal como lo evidencian las miles de personas que, por motivaciones voluntarias, deciden aportar a una causa o servir a otros.
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Por: Ximena Bedoya