El gas natural está al alza. ¿Una buena noticia para nuestro planeta?. La mayoría de los expertos están de acuerdo en que el incremento en el uso del gas natural como fuente de electricidad es, y seguirá siendo, una realidad por mucho tiempo. ¿Por qué? Y ¿cuáles pueden ser las implicaciones para el cambio climático
La tendencia se explica en gran parte por la preferencia que dio México al gas natural, por encima de los productos derivados del petróleo, como fuente para la generación eléctrica. Esto se debe a un mayor acceso al gas natural junto con costos menores. En el año 2000, las usinas eléctricas mexicanas consumieron más derivados del petróleo que nunca: 461.000 barriles equivalentes de petróleo al día.
Doce años más tarde, la historia ha cambiado totalmente. Ahora México usa dos veces más gas natural que derivados del petróleo para generar electricidad.
Este cambio es sin duda una buena noticia para nuestro planeta. Las cifras cuentan la historia. Según la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, la generación a gas natural en los Estados Unidos produce emisiones que alcanzan un promedio de 1.135 libras por megavatio-hora (lbs/MWh) de dióxido de carbono (comparado con 1.672 en el caso de generación a petróleo); 0,1 lbs/MWh de dióxido de azufre (12 en el caso del petróleo) y 1,7 lbs/MWh de óxidos de nitrógeno (4 en el caso del petróleo). Aunque puede haber pequeñas variaciones respecto a una planta promedio de América Latina, no hay duda que el planeta se beneficia cuando el gas natural sustituye al petróleo.
Pero México no es el único país latinoamericano que ha incrementado el uso del gas natural como insumo a la generación eléctrica. En los últimos años, el gas natural se ha convertido por defecto en la fuente de energía base a la que se recurre cuando la energía hidroeléctrica se ve amenazada. En primer lugar, se están agotando las cuencas de ríos propicias para el desarrollo de proyectos hidroeléctricos en la región. Además, muchas veces estos proyectos son cuestionados por consideraciones sociales y ambientales. En tercer lugar, el cambio climático está incrementando la volatilidad de las lluvias y perjudicando los niveles de los reservorios en la región.
Tomemos el ejemplo de Brasil. El país sufrió apagones sucesivos a nivel nacional desde julio de 2001 hasta septiembre de 2002. La llamada “crise do apagão” surgió por una escasez de agua en los reservorios, junto con una falta de planificación e inversión en la generación y distribución. A partir de allí, el gobierno buscó incrementar el uso del gas natural en la generación de electricidad como alternativa a la energía hidroeléctrica en momentos de escasez. Fue así en los años 2008, 2010 y 2012.
Es probable que en el 2015 haya otro boom en el uso del gas natural para generar electricidad en Brasil. El mes de noviembre suele marcar la entrada de la época de lluvias, pero los niveles de lluvia para ese mes estaban por debajo de su media mensual en un 31%. El problema ha sido particularmente grave en el sureste del país, donde, según el operador del sistema eléctrico brasileño, los reservorios se encontraban en un 16% de su capacidad.
Dadas las circunstancias, es discutible si existe una mejor alternativa para Brasil que acudir al gas natural. En este caso no hay energía más “verde” que la fuente original, la hidroeléctrica. Tener que suplirla por un hidrocarburo, por muy benigno que sea, no constituye un avance.
A veces el aumento del gas natural en la generación de electricidad es mucho mejor para el medio ambiente. En otras ocasiones, particularmente cuando se trata de energía de carga base, no es nada más que el arte de lo posible.
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Esta columna fue originalmente publicada en el blog https://blogs.iadb.org/cambioclimatico del Banco Interamericano de Desarrollo (BID)