Publicación de WWF indica que Latinoamérica concentra la mayor caída de especies críticas, llegando a una disminución del 56%. Entre ellos, Chile se ubica en el puesto 56 entre los países con mayor huella ecológica y en sexto lugar a nivel latinoamericano.
Reporte destaca seis casos como propuestas de solución a problemas ambientales, entre ellos el trabajo realizado por WWF en la Ecorregión Marina Chiloense, considerado un modelo de conservación marina.
Una importante pérdida de biodiversidad ha sufrido la Tierra durante los últimos 40 años, a la vez que la demanda del ser humano por recursos es un 50% mayor que lo que la naturaleza puede renovar. Esto hace que necesitemos 1,5 planetas para satisfacer nuestras necesidades.
Así lo indica el Informe Planeta Vivo 2014, reporte bienal de WWF que entrega una visión global de la salud de los ecosistemas y también perspectivas de solución para revertir las tendencias actuales.
En concreto, el Índice Planeta Vivo (IPV), que mide más de 10 mil poblaciones representativas de vertebrados a nivel mundial, registra una caída del 52% entre 1970 y 2010. La mayor declinación de vida silvestre la registra Latinoamérica, en donde el 83% de las poblaciones de peces, aves, mamíferos, anfibios y reptiles se ha perdido en las últimas cuatro décadas, principalmente motivada por la intensa presión sobre las especies tropicales.
Este descenso de diversidad biológica, combinado con el aumento de la población y del consumo per cápita en la región están impulsando un incremento de la huella ecológica, ubicando a América Latina en la mitad del ránking a nivel global.
Chile enfrenta un desafío
Respecto a la última versión de 2012, este Informe Planeta Vivo muestra una mínima mejoría en los indicadores de Chile, con una huella ecológica de 2,86 hectáreas globales (hg) por persona y una biocapacidad – capacidad de la naturaleza para producir recursos renovables, proporcionar tierra para construir y servicios ecosistémicos como la captura de carbono- de 3.76 hg. En tanto, el reporte anterior mostraba una huella ecológica de 3,24 hg y una biocapacidad de 3,74 hg. Parte de esta mejora se explica por una actualización de la metodología para medir los indicadores. Al aplicar esta corrección, los valores registrados por el país en el estudio de 2012 serían 3,05 hg (huella ecológica) y 3,76 hg (biocapacidad), respectivamente.
Donde sí se aprecia un cambio algo más significativo es en el ránking de países con mayor huella ecológica, donde Chile desciende desde el lugar 50 al 56 a nivel mundial, y del tercer puesto al sexto en el contexto latinoamericano, siendo superado por Uruguay, Paraguay, México, Venezuela y Brasil.
“Este exhaustivo estudio nos muestra que la biodiversidad continúa disminuyendo y la huella humana sigue aumentando, lo cual es un desafío para el mundo y también para Chile. Nuestro país tiene el reto de poder seguir incrementando sus índices de desarrollo humano, sin aumentar significativamente su huella ecológica. Para esto será clave asumir la perspectiva de que tenemos un solo planeta, que todo en el mundo está conectado y que todos los recursos tienen un límite”, señaló Ricardo Bosshard, director de WWF Chile. En la práctica, según explica Bosshard, “el llamado a los tomadores de decisión y a la comunidad en general es tomar conciencia respecto a la necesidad de proteger el capital natural del planeta; producir y consumir de forma sostenible; reorientar los flujos financieros, de manera que la naturaleza y los costos ambientales y sociales sean realmente valorados y establecer una gobernanza equitativa de los recursos, tomando decisiones justas e informadas y midiendo el éxito más allá del PIB”.
Un modelo que recoge esta visión se desarrolla en el sur de Chile, específicamente en la llamada Ecorregión Marina Chiloense, y es uno de los siete casos de estudio globales que presenta esta versión del Informe Planeta Vivo.
En él se destaca la gran riqueza natural de esta zona, punto clave para la conservación de las ballenas azules -que tienen aquí una importante área de alimentación- y también para una serie de otros mamíferos marinos, aves y corales de agua fría. Por otro lado, este sitio presenta una alta productividad económica, concentrando el 30% de la producción mundial de salmón, el 3% por ciento de la de pesca blanca y el 12% por ciento de la pesca pelágica.
La intensidad de estos impactos ha alcanzado niveles críticos, con importantes pérdidas de hábitats y un fuerte estrés sobre los ecosistemas y sus servicios.
Por lo mismo, WWF trabaja con las comunidades, empresas y gobierno en una estrategia integrada de conservación para la Ecorregión Marina Chiloense. El enfoque está basado en conocimientos científicos sólidos, planificación sistemática del paisaje terrestre y marino, y participación estrecha con muchos actores, incluyendo las comunidades locales e indígenas, el gobierno, los productores, retailers y el sector financiero. Los objetivos de estos esfuerzos apuntan al establecimiento de una red de áreas marinas protegidas, la promoción de la certificación del Aquaculture Stewardship Council (ASC) para el cultivo responsable de salmones, protegiendo la biodiversidad y beneficiando a las comunidades locales e indígenas.
Ya se han logrado grandes avances, como la creación del Área Marina Protegida de Tic Toc –la cual incluye una importante zona de alimentación para la ballena azul. En conjunto con la nueva Área Marina Costera Protegida (AMCP) de Pitipalena (24 mil ha) abarca más de 120,000 hectáreas. Además de dar protección a ballenas y delfines, y permitir que se recuperen las poblaciones de peces, estas áreas protegidas deben aumentar la resiliencia del ecosistema marino al cambio climático.
Paralelamente, las comunidades han sido un aliado en la conservación de la biodiversidad en la zona, tal como lo destaca la líder indígena de Quellón, Sandra Antipani, cuyo testimonio fue destacado en este Informe Planeta Vivo 2014: “Somos privilegiados al vivir en este entorno, en absoluta armonía entre los ecosistemas marinos y nuestra cosmovisión indígena. Nuestro océano, nuestra tierra y nuestro aire son espacios sagrados y nos proporcionan todo lo que necesitamos para sobrevivir. Nos dan muchas cosas, como por ejemplo poder bajar a la playa y cosechar frutos del mar, nutritivos y frescos, y sin contaminación. También hemos empezado a ofrecer actividades eco turísticas para mostrarle a otros que cuidar la naturaleza puede generar ingresos para la familia.”