Columna: 40 horas. Por: Pablo Valenzuela, Director Ejecutivo de Fundación Casa de la Paz

CAJA LOS ANDES
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pablo_valenzuelaAcaba de salir un estudio de la Universidad Adolfo Ibáñez que establece que la mayoría de los chilenos estamos infelices con nuestra actividad laboral. Una de las razones señaladas es el agotamiento laboral. Al mismo tiempo, en diversos estudios, se indica la baja productividad de nuestros trabajadores. Las madres y padres de nuestro país llegan a sus hogares luego de largas y extenuantes jornadas, muy tarde para tener el ánimo de ejercer como padres. La vida cultural que tenemos es mínima. Nuestra obesidad va marcando record mundiales y muchos sindican la falta de tiempo para hacer ejercicio.

Por: Pablo Valenzuela. Abogado de la Pontificia Universidad Católica, máster en Derecho Ambiental de la Universidad de Nottingham (Reino Unido) y Director Ejecutivo de Fundación Casa de la Paz.


No hay que pensar demasiado para entender que todos estos elementos tienen un gran costo para el país. La insatisfacción con la vida puede incidir en cuadros depresivos – el consumo de antidepresivos se ha cuadriplicado en los últimos años – y también en mayor violencia intrafamiliar y social. La baja productividad es una trampa muy compleja ya que sube los costos de nuestros productos y servicios, menoscabando nuestra competitividad y haciéndonos adquirir y sufrir, más que gozar, de servicios de mala calidad. El poco tiempo que los padres pueden dedicar a sus hijos a temprana edad, puede ser un factor negativamente incidente tanto en su educación como también para que estos entren en dinámicas delictivas. Un país sin vida cultural se pierde a sí mismo, pierde de disfrutar de su identidad, pierde alma y un negocio vibrante también. El gasto futuro relacionado a enfermedades que tienen relación con la obesidad va a ser importante. Las principales causas de muerte en Chile son casi todas afecciones y trastornos asociados al sobrepeso.

Todos estos problemas podrían aliviarse con una sola medida: Chile debiera reducir en una hora diaria su jornada laboral y así salir del ranking de los países que trabajan más horas. Es decir, pasar de 45 a 40 horas semanales.

Imagíneselo. Si usted sale a las 18:30 saldría a las 17:30. Las personas que trabajan en comercios hasta las 20 saldrían a las 19, los de supermercados que salen a las 22 a las 21. Imagínelo.

Por supuesto, medidas como estas tienen asegurada la oposición de quienes ven el desarrollo del país, observando el único indicador del Producto Interno Bruto. Ellos argumentarían que este seguramente bajaría y que Chile no puede darse este “lujo”. Lo curioso sería explicar por qué países con mucho mayor desarrollo trabajan muchas menos horas a la semana. En Bélgica y Alemania se trabaja 35 horas semanales, mientras que en Holanda el promedio de horas que se laboran es de 29.

Ante esta cuestión, se contra argumentará que esos países son más productivos, que en ellos una hora trabajada logra mucho más, que una hora de nuestros trabajadores. Y aquí vale la pena preguntarse: ¿No incidirá en esta baja productividad el hecho de que no tenemos tiempo para nada más que trabajar y viajar al trabajo? Es claro que un trabajador cansado y víctima del tedio de esta rutina no tiene la misma motivación y energía, que uno que ha podido dedicar algo de tiempo libre en la semana a alguna actividad que lo haga feliz.

Esta baja de productividad no es sólo responsabilidad del trabajador, sino también de quienes ejercen gerencias y jefaturas que siempre han promovido una forma de liderazgo que facilita las dinámicas de las famosas “horas poto”. Ser jefes bajo un sistema donde lo que importe sean los resultados es mucho más desafiante que sólo controlar mediante huellas, tarjetas o libros de asistencia. Cuando se lidera y se trabaja por resultados, el jefe también es desafiado. La palabras claves acá no son control y vigilancia, sino que motivación, trabajo en equipo y estrategia. Ello, evidentemente, demanda mucho más de la forma como se hace gerencia en Chile.

Somos muchos los que pensamos que el desarrollo no es un numerito más alto en tal o cual indicador, sino que un proceso mediante el cual logramos nuestra realización de la manera más integral y somos cada vez más felices y dignos. Un desarrollo considerado de esta manera, nos desafía a todos a innovar. Una de estas innovaciones debe ser la forma que afrontamos el trabajo, cómo logramos construir una sociedad más productiva y más feliz.

La propuesta de 40 horas puede representar la vuelta de tuerca que genere una forma distinta de ver nuestra vida y organización laboral. Es una medida que puede tener muchos efectos positivos si son bien manejadas sus consecuencias, incluso haciendo subir índices de Producto Interno por el consumo positivo que generará el tener mayor tiempo libre.

Es una medida que tenemos ahí a la mano. Sólo falta que nos pongamos en campaña para hacerla realidad.

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