Obesidad infantil, la diferencia entre ver y jugar el mundial

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INFOGRAFIA electronica 504pxEn los Estados Unidos, los niños consumen un promedio de 7 horas por día de aparatos electrónicos con pantalla. La televisión es el mayor factor, pero el tiempo dedicado a teléfonos celulares, a la computadora, a una tablet o a jugar videojuegos también hace una contribución considerable al cálculo. ¿Es eso lo que veremos en América Latina en el futuro?

Tanto encuestas nacionales como datos recopilados a nivel regional sugieren que, en países como México, Brasil, Chile y Colombia, los niños ya superan las 2 horas diarias recomendadas por la Academia Estadounidense de Pediatría.  Por ejemplo, los niños y adolescentes mexicanos de 10 a 18 años de edad pasan un promedio de 3 horas diarias frente a una pantalla, y las dos terceras partes de ellos superan el nivel recomendado según los datos de la Encuesta Nacional de Nutrición del año 2012.

Los aparatos electrónicos con pantalla están presentes, de una manera creciente, a lo largo de la vida de los niños… en la escuela, en su tiempo libre e incluso en su dormitorio. ¿Qué efecto tiene esa constante exposición? Uno de los resultados del tiempo excesivo frente a una pantalla puede ser dormir menos. Numerosos estudios han concluido que una mayor cantidad de tiempo mirando la televisión u otro medio con pantalla conlleva el hábito diario de dormir menos en un amplio rango de edades de niños y adolescentes. Tener un televisor o una computadora en el dormitorio se ha asociado con una mayor cantidad de horas transcurridas frente a la pantalla, como así también con la costumbre de acostarse más tarde y dormir menos horas —independientemente de las horas dedicadas al consumo de medios.

El tiempo dedicado frente a la pantalla puede desplazar el tiempo dedicado a otras actividades, tales como leer, ejercitarse físicamente o dormir. Sin embargo, el consumo de aparatos electrónicos con pantalla antes de dormir también puede tener efectos biológicos, lo cual explica la razón porque los aparatos con pantalla en el dormitorio parecen ser especialmente dañinos. El contenido de la programación, ya sea que genere terror o entusiasmo, puede producir una excitación mental y emocional que dificulte el sueño; además, la exposición a la luz azul puede afectar directamente el ritmo normal de sueño-vigilia. Dichos ritmos son regulados por un “reloj” circadiano maestro que se encuentra en el cerebro y es calibrado por la luz. Por ejemplo, la luz azul que emiten las pantallas suprime la producción de melatonina lo cual retarda el inicio del sueño. La pérdida de sueño puede tener efectos negativos en la conducta de los niños, como así también en su atención y su rendimiento escolar. Asimismo, la reducción del tiempo de sueño en la niñez se ha asociado con el aumento excesivo de peso y el riesgo de obesidad infantil.

Además de perder tiempo de sueño o de desplazar el tiempo dedicado a otras actividades, una mayor exposición a los aparatos electrónicos con pantalla equivale a mayor contacto con el marketing, que a menudo promueve alimentos poco saludables entre los niños. En el año 2008, la Secretaría de Salud de México concluyó que el 41% de los anuncios publicitarios difundidos durante el horario de programación para niños fomentaba el consumo de alimentos demasiado procesados. Una reseña similar de las 11 emisoras de la Ciudad de México concluyó que los productos alimenticios publicitados más frecuentemente eran bebidas endulzadas, golosinas y cereales con azúcar adicional, y que el contenido de calorías, carbohidratos y grasa era más alto en los productos alimenticios publicitados durante los programas infantiles.

Las estrategias comunes de marketing consistían en ofrecer un regalo o asociar el producto con emociones positivas. Al respecto, ciertos estudios revelan que niños de apenas tres años reconocen los anuncios publicitarios difundidos por televisión aunque no comprendan su propósito persuasivo. Asociaciones similares entre el tiempo frente a la pantalla, los malos hábitos alimentarios y la obesidad infantil se han observado en otros lugares de la región, incluyendo Brasil, Chile, Honduras y Colombia.

Como parte de una estrategia de prevención de la obesidad, se han intentado varias intervenciones para reducir el tiempo que pasan los niños frente a una pantalla, y han demostrado efectos beneficiosos. Entre las estrategias que han sido más efectivas para reducir el tiempo de los niños frente a la pantalla se incluye el uso de dispositivos de monitoreo de la televisión, sistemas de gratificación supeditada a la respuesta (por ej., dedicar tiempo a montar en bicicleta para ganar tiempo frente a la pantalla) y la consejería en clínicas.

En los niños más pequeños, las intervenciones para reducir el tiempo frente a la pantalla se han enfocado más en los padres y en sustituir el tiempo de televisión por otras actividades. Otra estrategia prometedora para reducir el tiempo frente a la pantalla y prevenir la obesidad infantil consiste en enfocar la totalidad del ambiente hogareño mediante el mejoramiento de múltiples rutinas y hábitos familiares que podrían tener beneficios correlativos en la salud de los niños. Entre las conductas clave se incluye reducir el tiempo frente a la pantalla, establecer una rutina sin pantallas a la hora de acostarse, aumentar la cantidad de comidas en familia sin televisión y dedicar tiempo al juego activo.

Entonces, ¿qué hacen las familias? Los padres pueden considerar establecer “zonas sin pantallas” en el hogar. Para ello pueden mantener las pantallas fuera del dormitorio de los niños o apagar la televisión durante las comidas en familia. La Academia Estadounidense de Pediatría recomienda que los niños menores de 2 años no pasen tiempo alguno frente a una pantalla, pero en el caso de niños mayores, no es realista y ni siquiera deseable eliminar toda exposición: las pantallas pueden ser tan útiles como perjudiciales.  Los medios pueden usarse como herramienta educativa en el aula, y en el caso de adolescentes, los medios sociales a menudo son un recurso para sentirse conectados con sus pares. Sin embargo, vigilar el consumo de los medios en los niños —es decir, la cantidad de tiempo y el contenido— podría mejorar la salud de ellos.

¿Qué ha dado resultados en tu familia?

Elizabeth M. Céspedes tiene una maestría en ciencias, se desempeña como investigadora del Programa de Prevención de la Obesidad en el Instituto de Atención de la Salud Pilgrim de Harvard y es candidata doctoral en Nutrición y Epidemiología en la Facultad de Salud Pública de Harvard. Su investigación se concentra en el sueño, la dieta y otros factores conductuales en la prevención de la obesidad y enfermedades crónicas afines.

Fuente:
https://blogs.iadb.org/salud/
por Elizabeth M. Céspedes
@BIDSPH

ECOLÓGICA

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